WILLIAM MARIO UPEGUI, NUESTRA META ERA VOLVER A LA FINCA…

Testimonio de Gloria Gutiérrez, Ex compañera sentimental del docente asesinado William Mario Upegui

TIRÁNDOLE LIBROS A LAS BALAS
Memoria de la violencia antisindical contra los educadores de Adida, 1978-2008
Investigación realizada por la Escuela Nacional Sindical (ENS) y la Asociación de Institutores de Antioquia (ADIDA)
Medellín, 2011

William Mario Upegui Tobón fue asesinado el 9 de julio de 2001 en el trayecto Medellín–Granada. Compartí 13 años de mi vida con él. Tenía dos hijos con otra mujer y los dos míos, que quería como suyos. Vivíamos en la vereda Galilea. William era de Medellín, zootecnista de profesión, le gustaba mucho la parte comunitaria, el desarrollo económico y social de las comunidades donde vivía. De los 8 años que vivimos en Galilea, 5 fueron muy buenos. Se trabajaba duro en el campo para poder conseguir la comida, pero vivimos deliciosos porque fueron años de paz y trabajo comunitario. En ese tiempo yo era la presidenta de la acción comunal y él era el apoyo mío en la parte de gestión de proyectos. Le gustaba mucho hacer proyectos en desarrollo rural comunitario.

Nosotros salimos corriendo del conflicto, pero aquí en la zona urbana de Granada lo encontramos igualito. Algo paradójico: salimos corriendo de la guerra y nos la encontramos nuevamente. Sufrimos tomas paramilitares y guerrilleras. Eso fue en el 2000. Teníamos la finca y la dejamos abandonada cuando nos vinimos para la zona urbana de Granada. A William le gustaba mucho la finca, era como una empresa. No quería depender de lo que alguien le pagara sino generar sus propios ingresos. Nuestra meta era volver a la finca, planificarla. Fue así que en el 2001 él se regreso solo para la finca, yo me quedé trabajando acá. En ese tiempo asesinaban mucha gente, líderes comunitarios. A los profesores, cuando se subían para el campo, para su trabajo, muchas veces los bajaban, lo mismo que a los campesinos.

A mí me daba miedo mucho miedo que él regresara solo, porque seguían pasando cosas, asesinaban a la gente en el campo y uno nunca encontraba la razón. Yo pensaba que a nosotros no nos iba a pasar nada porque no nos metíamos con nadie, siempre hemos estado al margen de las cosas. Se ha hecho lo que se ha podido con la gente pero nunca nos metíamos con nadie. No somos colaboradores de la guerrilla ni de los paramilitares, entonces no le debemos nada a nadie. Eso pensábamos.

Un día antes de que a él lo asesinaran hicimos el recuento de todo lo que había pasado desde que salimos de la vereda, los asesinatos, tanto de los paramilitares como de la guerrilla, y William me decía: no me da miedo, yo de aquí no me voy. Su familia es de Medellín y constantemente lo llamaban a decirle: William, véngase, no vez que te van a matar por allá, o estás esperando es que los maten. Entonces él les contestaba: yo no debo nada, yo no siento que le deba nada a nadie y puedo vivir aquí tranquilo.

Su vida era escribir proyectos y leer mucho, eso era lo que le gustaba. Él leía semanalmente un libro. Cuando no leía un libro a la semana decía que había perdido el tiempo. Fumaba mucho cigarrillo y tomaba tinto. No tomaba aguardiente ni nada que fuera licor, no era ese su pasatiempo. El pasatiempo de él era leer, escribir proyectos y jugar fútbol cuando podía.

El día en que fue asesinado estaba en Medellín recibiendo su carta laboral para ejercer como docente en Granada. Él ya había sido docente en el Politécnico, dio clases en el Nordeste, le gustaba mucho la docencia. Resulta que nosotros nunca bajábamos en bus para ir a San Carlos, porque muchas veces la gente no lo conoce a uno y cuando hacían los retenes acostumbraban preguntar: ¿Quién sos vos? ¿Quién conoce a William? ¿Quién conoce a tal? Pero ese día regreso de Medellín temprano, en un bus de San Carlos. Ese día precisamente estaban haciendo un retén en el paraje que se llama La Paz, a 10 minutos de acá. A mí me pareció raro cuando me dijeron, como a las dos de la tarde, que habían dejado a William en el retén. ¿Cómo así?, si temprano él no se iba a venir. Yo por mucho lo estaba esperando a las 5 de la tarde, porque en esa época uno no llegaba después de esa hora, nadie entraba acá, ningún carro ni nada. Eso es mentiras, yo no creo que William venga en ese carro a esta hora, y menos en un carro de San Carlos. Pues en ese divagar me fui a averiguar con el gerente del hospital en ese tiempo, que también venía en el bus, y me dijo: es cierto Gloria. A él lo bajaron del carro y allá lo dejaron, no sé por qué. A nosotros nos dejaron subir y nos vinimos.

Fue mucho lo que esperé. Se llegaron las 2, las 3, las 4, las 5 de la tarde, y nada. Toda la gente decía que estaba vivo, pero no había certeza de nada. Como a las 4 y media me encontré un señor que trabajaba mucho con él la parte de la leche, porque a William le encantaba la lechería. El señor también se llamaba Mario, y en ese momento iba para la finca. Yo le dije que ya que iba para la finca me hiciera el favor de averiguar qué había pasado con William, que si estaba muerto por lo menos me lo dijera, para no seguir con la zozobra. A mi no me dejan ir y yo necesito saber qué le ha pasado, le dijo. Tranquila, yo le digo la verdad, yo le doy la razón. Él se fue y yo me quedé esperando la llamada. Como a la media hora me llamó: Gloria, para qué se va a poner a esperarlo, ya lo mataron. Fue horrible, un golpe muy duro, yo tenía la esperanza de que estuviese vivo.

Lo enterramos en Medellín, de donde es toda su familia. Ha sido un trauma muy fuerte, se trunca todo. Mi mamá estaba muy enferma en la clínica, y yo estaba trabajando como contratista. Me preguntaba: qué voy a hacer. Tenía proyectado algo diferente con los muchachos, que ya no estaban tan pequeños, eran de colegio. Pero a la final la vida te da un vuelco. Con mi mamá sólo me quedé tres días en Medellín. Le dije: me voy para la casa, para la finca, y así fue. Hasta el alcalde me dijo cuando me vio allá: Gloria, usted qué está haciendo por aquí? Voy a trabajar, le contesté, porque si no trabajo me vuelvo loca. Por lo menos trabajando uno bota un poquito de energía, en cambio desocupado la mente le da a uno vueltas, piensa más en él, analiza lo bueno, lo malo, porque en una relación no todo es perfecto. Sin embargo con él tenía una relación muy bonita. Mi familia y la de él insistían en que me fuera de acá de Granada. Pero me quedé de rabia. Ya lo mataron a él, que me maten a mí también. No me daba miedo, sentía como resentimiento de las cosas. Cuando veía los muertos en la carretera, porque muchas veces eso sucedía, me daba tristeza porque no se podía hacer tampoco nada. Los veíamos ahí y seguíamos, ni siquiera bajábamos para ver qué le pasó, si todavía estaba vivo. Uno no se atrevía, apenas sí lo miraba y seguía. Eso era muy duro.

El grupo que lo asesinó, los paramilitares, fue el Bloque Metro que funcionaba por ahí. Después, con el tiempo, comentaron por qué habían matado a William. Dijeron que como él trabajaba en Santana, y tanto Santana como Galilea tenían fama de pueblos guerrilleros, todos los que vivían allí éramos guerrilleros. Que además él era profesional, y que qué estaba haciendo en una finca, que era el ideólogo del grupo de los elenos. Por eso lo habían asesinado. Después con el tiempo dijeron que se habían equivocado, que no era la persona que estaban buscando, pero que de eso no tuvieron certeza sino cuando ya lo habían asesinado.

Después de su asesinato los días fueron muy duros. Aún lo son. Salir a trabajar y tener que dejar los niños solos. Ellos se metían debajo de las cobijas, no salían. Cuando yo llegaba al medio día de trabajar, no se habían levantado. Se levantaban a las cinco o seis de la tarde. Yo les decía, salgan, y su respuesta era: para que nos maten. Nadie salía en este pueblo. Me tocaba llegar de trabajar, descobijarlos y venga vámonos. Los sacaba de la casa porque ellos decían que aquí no pagaba hacer nada, ni jugar fútbol, que era algo que desde muy pequeños les gustaba. Entonces los tuve que sacar del colegio porque no hacían nada. Se iban para el colegio y los profesores me decían que lo único que hacían era coger el cuaderno y estar agachados, no hablaban. Estuvieron como dos años así, se iban, volvían. Yo me preguntaba sí lo mejor era salirme de trabajar, o qué. A la finca no iba con los dos muchachos, fui como tres veces apenas, y me parecía muy triste, me daba nostalgia, desolación, me enfermaba. Ya son como cinco años que no he vuelto a la finca. A veces me dan ganas de volver a recuperarla, sin embargo aún no tengo el valor suficiente para volver.

Sí William viviera, estoy segura que no estuviera acá en la parte urbana, estuviéramos en la finca, como la habíamos planeado. La finca la habíamos planificado en la parte agrícola, en ganadería. También pensábamos la parte de la abeja africana que es la que produce la miel. La noche que lo mataron yo pensé que él me estaba esperando allá, yo bajaba con esa ilusión de que él estuviera allá. Nosotros también pensábamos en la vereda, teníamos proyectos para dinamizar la economía de la vereda y vivir de la finca.

Las ganas que William tenía que esto surgiera, que Granada fuera un polo de desarrollo económico. Tanto así que él empezó el centro de acopio de leche, y todavía sigue. Él también se metió en lo de la genética de la ganadería, la inseminación artificial. Todo eso soñaba William. Desafortunadamente no le permitieron mostrar todo lo que podía dar, ahí quedó el proyecto. Para mí ha sido difícil. Todavía sigo como esperando que él vuelva, aunque yo sé que él ya no vuelve, y que no hay más que seguir para adelante, como se dice.