El 30 de enero de 1979 en La Dorada, Caldas, cuando se encontraba distribuyendo un boletín mimeografiado titulado “El Chanchullo”, donde justamente estaba denunciando oscuros manejos financieros en la administración del Instituto de segunda enseñanza nacional de la Dorada al cual estuvo vinculado fue cobardemente asesinado el profesor SILVIO EMIRO QUIÑONES. Su asesino, Jairo Bohórquez, se desempeñaba actualmente auditor fiscal al servicio del Ministerio de Educación y era uno de los involucrados en el robo continuado que valientemente había denunciado el profesor Quiñones. El auditor, iracundo, abordó el profesor, un hombre de edad, a quien primero ofendió de palabra, luego agredió a golpes hasta derribarlo al suelo y allí le propinó varios disparos, entre ellos uno en la cabeza, necesariamente mortal, que le quitó la vida en el acto.
El asesino Bohórquez, en su calidad de auditor, había autorizado cuentas y cheques de dineros desaparecidos, por los que además se ha querido comprometer a una empleada, Lucy Restrepo, que ahora se encuentra en la cárcel. En cambio el asesino, fue inmediatamente rodeado de “garantías” por las autoridades civiles y militares de La Dorada y de inmediato se le asignó un defensor.
El profesor de secundaria había ganado notoriedad en las últimas semanas por la valentía en la publicación de “El Chanchullo”, que ya había alcanzado su tercera edición. El rector del colegio, Nilo Duque García, días antes del crimen, había acusado al profesor de ser una “calamidad local”. El educador asesinado se había destacado además entre profesores y estudiantes como persona de gran sensibilidad social y convicciones profundamente democráticas y progresistas. Aunque no fue militante comunista, sostuvo fraternales relaciones con los dirigentes comunistas de la región. Su muerte por cierto, ha causado indignación entre los círculos democráticos de la Dorada.