Darío Maya Botero
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Hechos
El 21 de mayo de 1987 en Pensilvania, Caldas, fue asesinado DARÍO MAYA BOTERO, Presidente del Concejo Municipal de la localidad.
''A los ocho días del atentado contra mí me llegó la noticia de que habían asesinado al Presidente del Concejo Municipal de mi pueblo, que era del Partido Conservador, don DARÍO MAYA. Lo asesinaron porque no había estado de acuerdo con el asesinato que se planeaba en mi contra. Les dijo que yo era un hombre bueno, hijo de don Álvaro Giraldo, que era un personaje del pueblo; que tuviera una ideología de izquierda no daba para que se dijera que yo era un jefe guerrillero, y otros argumentos que no convencieron al Comandante de la Policía y a los otros que patrocinaban mi muerte, entre ellos un mafioso del pueblo, de apellido Patiño, un narcotraficante de mucho dinero que corrompía a la Policía y al Ejército poniéndolos a su servicio. Los batallones de Manizales y de Pereira se comportaban como sus guardias privados y él los recompensaba patrocinando el paramilitarismo, realizándoles juergas y agregándoles recompensas monetarias que no se soñarían sumando sus sueldos de toda una vida de trabajo.
Don Darío Maya era más radical en sus ideas conservadoras que mi padre, pero era un hombre servicial, bueno en términos morales, en términos cristianos. Era un hombre rico, pero se desprendía en muchas ocasiones de su dinero para darle de comer a los pobres, para realizar cuanta obra de caridad fuese necesaria. Don Darío, además, quiso frenar el proceso de descomposición social que empezaba a vivirse en el pueblo por las cantidades de dinero que el mafioso hacía circular. Éste realizaba fiestas en la plaza, mataba marranos para todo el mundo, y ofrecía por su cuenta todo el trago que el pueblo quisiera beberse. El narcotraficante se fue adueñando de los destinos del pueblo. Don Darío no podía hacer arrestar a Patiño porque las autoridades lo respaldaban; pero sí le pidió, en reiteradas oportunidades, de manera privada y pública, que pusiera fin a sus pachangas en la plaza principal, que ese no era el comportamiento tradicional del pueblo, que generaba un espíritu licencioso y corruptor acabando con la tranquilidad de la población. Que si quería hacer sus fiestas las hiciera adentro de las paredes de su casa.
Como Presidente del Consejo, don Darío se opuso reiteradamente a que se autorizase al mafioso celebrar sus fiestas públicas. Logró que en varias sesiones del Concejo se aprobara la interdicción de utilizar la plaza principal para esos espectáculos que resultaban bochornosos, para que no pervirtiera a la juventud, que fácilmente se dejaba atraer por la rumba y el alcohol gratuitos. De la noche a la mañana Pensilvania empezó a cambiar radicalmente: de ser un pueblo tan tranquilo que parecía un seminario abierto, donde el único ruido destacable era el toque diario de las campanas llamando a misa, de repente pareció un burdel. El narcotraficante importó prostitutas de la capital, abrió cantinas, y decenas de borrachos empezaron a amanecer dormidos en las calles. Junto con sus dineros, el mafioso también importó los sicarios. A Patiño, acostumbrado a que le obedecieran, se le rebosó la copa cuando don Darío no estuvo de acuerdo con que me asesinaran; por eso ordenó su muerte.
No obstante, el asesinato de don Darío fue presentado a los medios de comunicación como una retaliación de la guerrilla por el atentado que yo había sufrido. Así, el mafioso y el Comandante de la Policía mataban dos pájaros de un solo tiro. Todos tendrían que quedar conformes con la explicación.
Sin embargo después se filtró que hubo problemas internos entre la policía y los sicarios. El que tenía que entregarles el dinero como pago de sus crímenes era el Comandante de la Policía, quien a su vez les había entregado las armas.
Cuando intentaron cobrar el dinero que les debían por el atentado en mi contra, el Comandante de la Policía se negó porque yo había sobrevivido. Los sicarios se negaron a devolver las armas que eran de dotación oficial.
Los sicarios estaban molestos porque no les pagaban el dinero acordado, y el Comandante de la Policía igual porque no le devolvían sus armas de dotación. Éste decidió entonces eliminarlos: a Amado le pegaron cinco tiros, pero no murió. Los otros sicarios le montaron un atentado al Comandante de la Policía, pero éste se salvó: le lanzaron una bomba al carro, y murieron dos agentes. Preocupados por el rumbo de esos enfrentamientos internos, el narcotraficante convocó a una reunión al Comandante de la Policía del Departamento de Caldas y al Comandante del Ejército. Se pusieron de acuerdo y pararon las retaliaciones. Sin embargo, los mafiosos tienen enemigos en todas partes, y Patiño, dos meses, después fue asesinado en una calle de Pereira.
El Comandante de la Policía fue trasladado, ni siquiera fue investigado. Cinco años más tarde me citaron al juzgado para que me hiciese un reconocimiento médico de las lesiones que sufrí. No habían abierto investigación, el proceso se encontraba en preliminares. Ningún procesado, ningún detenido. En la Procuraduría tampoco se había abierto ninguna investigación disciplinaria. Casi diez años después todo sigue lo mismo''.
Fuentes:
- 1. LUIS GUILLERMO PÉREZ CASAS Testimonio de vida de Josué Giraldo Cardona - Equipo Nizkor, 8 de agosto de 1997
