Octavio David Bilbao Becerra
Fuente:
Hechos
Masacre: EL COPEY 16-Ene-08
Víctimas en estos hechos: 3 (Asesinadas: 3- Desaparecidas: )
El 16 de enero de 2008 los cuerpos de los jóvenes OSCAR ALEXANDER MORALES TEJADA, 26 años, trabajador, de Fusagasugá, OCTAVIO DAVID BILBAO BECERRA y GERMÁN LEAL PÉREZ, de Cúcuta, aparecieron en una carretera destapada que lleva a la vereda El Reposo, en zona rural de El Copey, Cesar, asesinados por miembros del Batallón de Artillería Nº2 La Popa. En el acta de levantamiento de los cadáveres que realizó el CTI al día siguiente quedó inscrito como “homicidio por arma de fuego en presunto enfrentamiento con el Ejército de Colombia”.
Óscar salió el 10 de diciembre de Bogotá rumbo a Ureña, Venezuela, para vender ropa allá. Quince días después se encontró con el menor de sus hermanos, Carlos Morales, en el centro de Cúcuta. Luego de hablar un rato y tomarse un par de cervezas quedaron de encontrarse días después para regresar juntos a Fusagasugá. El 30 de diciembre Carlos llegó solo a la casa de sus padres. Óscar no apareció el día anterior. Faltando media hora para que terminara el 2007, Alexander llamó a sus padres, esa fue la última vez que hablaron con él.
Octavio David Bilbao y Germán Leal Pérez, desaparecieron en Cúcuta a inicios de enero de 2008 cuando acudieron a una oferta de empleo en Bogotá. Germán, que recibió una llamada a su casa a medio día, dejó servido el almuerzo.
Relata la fuente: "La familia Morales Tejada está incompleta. Falta Óscar Alexander Morales Tejada retenido y desaparecido presuntamente por miembros de la fuerza pública durante el año nuevo de 2007.
Doris Tejada, de pequeña, quería ser bailarina pero la vida la hizo madre de un desaparecido, orgullosa abuela y activista por la defensa de los derechos humanos.
Darío Morales soñó toda su vida con tener un ranchito con una pieza para cada uno de sus hijos y sus familias donde pudieran pasar juntos las fechas especiales. Hoy no ha encontrado a su hijo, vendió su casa para financiar la búsqueda y su familia vive en lo que él llama una tortura china.
Óscar nació en Bogotá, pero se crió en la tierra de Lucho Herrera. Era el gordito de la casa. Le daba elogios a la sazón de Doris, su mamá, para conseguir un bocadito más. Un joven charlatán y gallero que le gustaba cantar canciones de Vicente Fernández y Juan Gabriel.
También era trabajador. A los 26 –la edad en que fue asesinado- había trabajado como celador, obrero y vendedor de ropa y rifas.
A finales noviembre de 2007, Óscar recibió la paga atrasada de tres meses por su trabajo como cadenero en una misión topográfica. Con el dinero en mano, se fue para Bogotá, donde se abasteció de jeans y zapatos.
El 10 de diciembre, Óscar partió rumbo a Ureña, Venezuela, para vender la ropa allá. Quince días después se encontró con el menor de sus hermanos, Carlos Morales, en el centro de Cúcuta. Luego de hablar un rato y tomarse un par de cervezas quedaron de encontrarse días después para regresar juntos a Fusagasugá.
El 30 de diciembre Carlos llegó solo a la casa de sus padres. Óscar no apareció el día anterior. Faltando media hora para que terminara el 2007, Alexander llamó a sus padres, esa fue la última vez que hablaron con él.
“A las 11.30 de la noche llamaron, era Óscar Alexander. Hablamos un rato, se le notaba que estaba triste. Fuera del servicio militar, él nunca había pasado un 31 fuera de la casa. Eso le dio duro”, cuenta Darío.
Esa noche Óscar habló con toda su familia. Doris cree que de alguna forma él sabía que no iba a volver y esa fue su forma de despedirse. A ella, como siempre, le dijo que era la mejor mamá del mundo y le contó que estaba en centro de Cúcuta esperando a que le pagaran una ropa que había fiado. Le aseguró que estaría de vuelta para el puente de reyes.
Darío y Doris esperaron noticias hasta el 4 de enero de 2008. Luego empezaron a llamar a su hijo, pero nunca volvió a contestar, entraba directo a correo de voz. Al principio pensaron que había botado celular, pero cuando la ausencia se prolongó, se aferraron a la idea que se estaba quedando en Venezuela con alguna de sus tías.
El carácter trashumante de Óscar relajó a su padre. Alexander solía viajar sin avisar por trabajo y pasaba meses sin llamar porque perdía constantemente los celulares, recién comprados los dejaba en el primer baño al que entraba.
“Yo sentía en mi corazón que él estaba bien. Pensaba este vergajo va a aparecer con una mujer o con un chino en cualquier momento. La verdad, nunca sospeché que ya estuviera muerto”, se excusa el padre.
Confiados en la providencia y en el carácter de su hijo, pasaron dos años más. Antes de desaparecer, Alexander había solicitado un cambio de cédula. En septiembre de 2010, Doris se fue a la Registraduría a reclamar el documento. Se encontró el número tachado. Preguntó y le dijeron que el dueño de esa cédula estaba muerto. Se fue para el CTI de Fusa donde le explicaron que esa cédula había sido dada de baja en Copey, Cesar, pero quedaron de confirmar.
A los dos días Doris regresó. Los funcionarios le dijeron que no había duda: su hijo había muerto de forma violenta el 16 de enero de 2009, al parecer en un enfrentamiento entre el ejército y miembros de una organización armada que extorsionaba en Cesar.
En 2011, luego de ver que las Madres de Soacha comenzaron a exhumar a sus hijos, enterrados en fosas comunes por todo el país, y tras vender su casa para solventar los gastos de la búsqueda, Darío y Doris hicieron un pacto: “Ella me traía a mi hijo de vuelta y yo me encargaba del resto de la familia”, recuerda Darío.
La búsqueda de un desaparecido
Diez años después, todavía no hay certeza cómo es que Óscar llegó hasta Copey o que hizo los 16 días que vivió desde que habló con su familia hasta el día que fue asesinado con dos disparos, uno en la quijada y otro en la parte baja de la espalda.
Darío tiene una teoría de la que todavía hoy está convencido: “Yo les había enseñado a mis hijos a coger bus para Fusa en Soacha. En ese tiempo no había terminal, uno cogía el colectivo en el puente después de San Mateo. Óscar debió bajarse ahí y lo cogieron”.
El caso por la muerte de Óscar Alexander Morales inició en la Jurisdicción Penal Militar donde estuvo estancado por años. En 2014, Doris logró que el caso pasara a la justicia ordinaria. Un logro que reconoce que la muerte de su hijo no se dio como se dijo inicialmente durante un procedimiento normal de los miembros del ejército, sino de un homicidio.
El arduo trabajo de Doris y de las demás integrantes de las Madres Víctimas de los Falsos Positivos (MAFAPO), a las que se unió Doris al mudarse a Bogotá para buscar a su hijo, ayudó a determinar que Óscar fue asesinado junto con otros dos jóvenes cucuteños: Octavio David Bilbao y Germán Leal Pérez.
Los tres fueron enterrados en Copey como si hicieran parte de un grupo de extorsionadores que azotaba el municipio. Los otros dos jóvenes desaparecieron en Cúcuta a inicios de enero de 2008 cuando acudieron a una oferta de empleo en Bogotá. Germán, que recibió una llamada a su casa a medio día, dejó servido el almuerzo.
A inicios de 2014, Darío y su esposa viajaron por primera vez al lugar donde fue enterrado Óscar. Ese día participaron de un acto simbólico junto con otras familias.
Solo hasta este año regresaron a Copey, esta vez acompañado de Medicina Legal, para exhumar los cuerpos de los tres jóvenes. El lugar donde está enterrado Óscar, definido como el cementerio de la vereda El Reposos, es un potrero sin señal alguna de que hay más de 50 cuerpos enterrados allí. La falta de señalización u orden alguno en los entierros hace muy difícil dar con los restos de Óscar.
En esa ocasión solo se encontraron dos de los cuerpos, el tercero no apareció. Medicina Legal estima que los resultados que determinen si los restos encontrados corresponde a alguno de los tres desaparecidos estarán listos a final de año.
Del grupo de 19 jóvenes que fueron retenidos en Soacha, para posteriormente ser asesinados y hacerlos pasar como supuestos guerrilleros (conocidos como Falsos positivos) Óscar Alexander Morales Tejada es el único que no ha sido hallado.
Fuentes:
- 1. Diez años después, la familia Morales sigue buscando a su hijo - EL TIEMPO, 28 de junio 2018