Publicado por Rodney Castro Gullo
JUEVES 11 DE MARZO DE 2010
http://apuestasalruedo.blogspot.com/2010/03/un-buena-gente-de-primera-calidad.html
Cuando escribí estas líneas me encontraba en Barranquilla capital del Departamento del Atlántico, a donde mi labor disciplinada de hijo mantenido me trajo cuando tenía 18 años en 1996, para que iniciara mis estudios universitarios en derecho, labor que culminó 5 años después y que me invitó a pasar 9 meses de mi vida como colaborador de la Justicia, esto es, concediéndole mis esfuerzos, mis madrugadas y hasta mis trasnochadas; a una segunda prestada del servicio al Estado, luego de la militar, esta vez detrás de un escritorio, ó mejor dicho, al frente de un gigante archivo, tratando de ubicar expedientes que nunca aparecen.
Y en esas precisamente estaba en aquellos días, cuando llegó a preguntarme por un expediente un abogado joven de expresión bonachona, extremadamente calmado y con voz, que daba la impresión todo el tiempo de guardar timidez extrema con quienes no conocía, algo que contrastaba de sobre manera con el desmedido afecto y cordialidad que exhibía con sus conocidos, que eran muchos, pues mientras estuvo en el despacho todo funcionario, comenzando por mi jefe y en su mayoría los otros abogados que pasaban por el lugar, lo saludaban con mucho cariño.
Su nombre era David Mattos Castañeda, recuerdo que en una ocasión mi jefe me dijo con un dejo de nostalgia, “mira, David comenzó como tu, también hizo judicatura aquí y si vieras lo bien que le ha ido”. Mi jefe sabía que él disfrutaba de un inmejorable momento profesional. Yo más bien incrédulo no podía darle crédito a sus palabras, pues la apariencia simplona con camisa amarilla de cuadritos, manga corta, de almacén popular y pantalón azul turquí, más bien desteñido, no por la moda sino por el uso, me indicaban que era un abogado… más bien de los normalitos, no tan especial como me lo pretendió hacer ver mi jefe. Eso pensé yo, sin embargo había algo en él que me llamó mucho la atención, y era el hecho de que cargaba en sus manos dos celulares y los dos al tiempo repicaban a toda hora.
Tiempo después pude comprobar lo equivocado que estaba con mi pensamiento, pues en efecto David era un profesional ejemplar y su atuendo sencillo, era el más puro significado de la humildad y nobleza que siempre lo caracterizaría, pues nunca se pretendió mejor que nadie, solo se limitaba a cumplir con su deber a cabalidad.
Como cosa rara el expediente que buscaba David no lo encontraba y en realidad no recuerdo haberlo encontrado nunca, sin embargo sus continuas visitas en busca del expediente, permitieron que se generara una relación de cordialidad entre nosotros, algo sin igual si se tiene en cuenta que no encontraba su proceso y que por el contrario tenia toda la justificación del mundo para estar molesto con el despacho.
Pero así era DAVID, un buena gente de primera calidad. Se entendía penalista, y sí que lo fue, pues hasta sus últimos momentos fue reconocido como un respetado abogado penalista, no obstante, a sus labores administrativas y académicas al frente de una Universidad de la ciudad en los últimos años.
Con él pude estrechar posteriormente vínculos de amistad, cuando por cosas de la vida luego de graduado inicié labores en la misma oficina de abogados donde él inició, a donde iba a menudo, pues era allí donde le llegaban los tan importantes telegramas de notificaciones de los procesos. Su presencia en la oficina todo el tiempo generó un ambiente de camaradería, risas, y academia, ya que siempre fue un abnegado estudioso de las nuevas jurisprudencias en materia penal, las cuales en muchas ocasiones analizamos en la oficina en compañía de Adalberto Martinez su más que amigo, socio del alma.
Por qué se dio su muerte? es una pregunta que quizá no tenga respuesta jamás, pero lo que si tendrá respuesta siempre es la pregunta de, “¿Y cómo era David?”. Y la inconfundible respuesta de: “Era un Buena Gente de primera calidad”, excelente profesional, amigo de sus amigos, un familiar excelso que lo daba todo por su esposa e hijos. En fin, era alguien que, para los ojos de muchos no merecía morir, no obstante, tenemos claro que la voluntad divina tiene las mil ó la única explicación de su deceso y con toda seguridad será valida y coherente porque así son las cosas de Dios.
A su familia la fortaleza de un roble, pues su esposa quedó con la misión más grande que ha podido tener en su vida, sacar adelante a sus hijos, a los que estoy seguro no les faltará nada, primero porque sé que ella conoce de sobra, que las misericordias de Dios son renovadas bien temprano cada día, y que en la medida en que lo tengamos a El de primero en nuestras vidas, lo demás vendrá por añadidura y segundo porque tienen en su hogar más vivo que nunca, el ejemplo de disciplina y honestidad que dejó su esposo, el siempre bien recordado David Mattos Castañeda.