PARAMILITARISMO EN LA REGIÓN DEL CATATUMBO: ESTRATEGIA DE POSICIONAMIENTO Y CONSOLIDACIÓN

Memoria: Puerta a la Esperanza
Violencia sociopolítica en Tibú y El Tarra
Región del Catatumbo
1998 – 2005
Asociación para la Promoción Social Alternativa MINGA
Fundación PROGRESAR Capítulo Norte de Santander

La incursión paramilitar al departamento de Norte de Santander, de las Autodefensas de Córdoba y Urabá, bajo el mando de Carlos Castaño, fue anunciada por este en los primeros meses de 1999 y comenzó en el Catatumbo Bajo, frontera con Venezuela, en un recorrido que de Ocaña condujo a La Gabarra, corregimiento del municipio de Tibú, en mayo de este mismo año. Esta incursión dejó una cifra aproximada de 800 víctimas, entre asesinatos y desapariciones forzadas, y al menos 20.000 desplazados20.

Después de dos años de asentamiento allí, en 2001, los paramilitares se dirigieron, a sangre y fuego, en una segunda “entrada ofi cial”, hacia los municipios de El Tarra, Convención, Teorama, San Calixto y El Carmen, región conocida como Catatumbo Medio y Alto, continuando con su estrategia de terror. La entrada de los paramilitares al Catatumbo tenía como fi n cerrar todas las posibilidades de salida y entrada de los pobladores, como efectivamente se logró, para consolidar su estrategia de obtención del control social, territorial y económico de la región.

Primera incursión paramilitar a La Gabarra: masacre del 29 de mayo de 1999

Los paramilitares dispusieron, para su primera incursión a La Gabarra, de un grupo de cerca de 250 hombres21, armados y uniformados en su gran mayoría, quienes fueron transportados, a mediados de mayo, desde una base del departamento de Córdoba, por vía terrestre, a una finca ubicada en el corregimiento de San Bernardo, municipio de Tamalameque (Cesar). Desde allí se embarcaron en seis camiones, el 27 de mayo de 1999, conducidos por transportadores que fueron forzados a prestarles el servicio. Los paramilitares utilizaron, para su desplazamiento, vías terrestres primarias y durante tres días pasaron por seis lugares donde habitualmente se hallaban ubicados retenes permanentes del Ejército y la Policía. Sin embargo, estos habían sido previamente levantados.22

Los paramilitares pasaron inclusive por el frente del puesto del Distrito de Policía de Ocaña, de los retenes ubicados en el al Batallón de Infantería Santander, conformado por 1.000 hombres, y del retén permanente que este Batallón mantenía en un punto intermedio entre Aguachica, en Cesar, y Ocaña, en Norte de Santander. Los paramilitares tampoco hallaron oposición de los policías y militares que permanecían en los municipio de Pelaya y Aguachica, en el Cesar, ni de los que se encontraban en Ábrego y Sardinata, municipios de Norte de Santander.

“El día 29 de mayo de 1999, en un sitio conocido como la “Ye de Astilleros”, donde se trifurca la vía que va de Ocaña hacia los municipios de Cúcuta, Sardinata y Tibú, los paramilitares, que en ese momento, ante la avería de uno de los vehículos, se desplazaban en cinco camiones, fueron contenidos por más de media hora en un retén móvil de tropas del Ejército Nacional, las que los confundieron con guerrilleros. Ese incidente suscitó un altercado entre los paramilitares y las tropas oficiales, pero fue superado por la mediación, a través de un radio de comunicación, de un oficial superior del Ejército Nacional, permitiendo finalmente el paso de los paramilitares”.23

De igual manera, contaron con las facilidades que les brindaron las tropas del Ejército, acantonadas en el casco urbano del municipio de Tibú, y de la Estación de Policía de esa localidad. Los primeros, levantando los retenes que mantenían en el sitio conocido como ‘La Cuatro’ y frente a la base del Batallón de Contraguerrilla número 25 ‘Héroes de Saraguro’ y los segundos, suspendiendo el puesto de control y seguridad que mantenían ubicado en las instalaciones de Ecopetrol, en la vía que de Tibú conduce a La Gabarra.

Tras un enfrentamiento que tuvieron en su trayecto con guerrilleros, los paramilitares instalaron una base y un retén permanente en la vereda Mata de Coco y varios más en todo el recorrido, cometiendo múltiples asesinatos, torturas y desapariciones forzadas; reteniendo a decenas de pobladores y agrediéndolos verbal y físicamente.

Personas que fueron víctimas de estas agresiones manifestaron que una vez liberados por las Autodefensas fueron retenidos en el Cuartel de Policía de la inspección de ‘La Cuatro’, donde se encontraban, junto a efectivos de la Policía y del Ejército Nacional, un grupo numeroso de paramilitares que momentos antes habían requisado, golpeado y humillado a los pobladores, quienes bajo la amenaza de muerte los obligaron a guardar silencio y a abstenerse de denunciar los hechos24.

Los paramilitares montaron un retén en Carboneras, sitio ubicado en el kilómetro 16 de la carretera que de Tibú conduce a La Gabarra; detuvieron a todos los vehículos que transitaban por el lugar, asesinaron a 25 campesinos y desaparecieron a un número impreciso de personas25. También instalaron otro “punto de control” en el corregimiento de Versalles.

Las víctimas relatan el suplicio

Esta primera arremetida paramilitar, que fue vivida de manera violenta y desgarradora por los habitantes de La Gabarra, es relatada así por uno de ellos: “El suceso de la masacre de La Gabarra fue así que se relata. Nadie sabía que iba a pasar eso en La Gabarra, se sabía que por la carretera los paramilitares venían matando gente indiscriminadamente, pero de La Gabarra no se sabía. De pronto llegó un grupo de paramilitares por la parte de abajo del río y otro grupo estaba aquí en el km 52. Entre ellos se pusieron de acuerdo y sitiaron a La Gabarra una noche, cortando la luz. El Ejército les votaba luces de bengala para que ellos vieran lo que estaban haciendo. Ellos no llegaron encapuchados, ellos llegaron uniformados de Ejército, con carros civiles y fusiles e hicieron la masacre en La Gabarra, en la noche, eso fue el 21 de agosto del 99 y en la mañana el Ejército recolectó todos los muertos, que según los datos de la gente que los alcanzó a contar eran 57 muertos, yo no los pude contar, yo llegué y miré una cantidad de muertos pero me dio pánico y me fui para la casa. Yo venia a mercadear, llegué sin saber de que eso había sucedido acá en el pueblo y cuando miré eso me fui de una vez. Pero el dato que dicen que sucedió fueron 57 muertos acá. (…) Le hacían tiros a todo el que corría, a todo el que veían en la calle, usted sabe que los días sábado ya el personal que viene de por allá de raspachines y dueños de fi nca y eso a comprar el mercado, siempre no falta el llegar a tomar y a festejar el fi n de semana y esa gente a lo que empezaron a oír tiros pues empezaron a correr. Y a todo el que corría le daban por parejo, ahí murieron menores de edad, mayores de edad, mujeres, niños y todo, o sea, la masacre era completa y los acababan de rematar, el que quedaba medio vivo lo acababan de rematar, les quitaban el calzado de los pies, el que tenía una camisa buena, un pantalón bueno o unos zapatos buenos ellos lo conocían, se lo quitaban y lo dejaban descalzo. (…) Saquearon el pueblo, se llevaron de las joyerías, todo lo que había en el pueblo se lo llevaron. A las víctimas le sacaban del bolsillo la plata que tuvieran, reloj, cadenas, todo eso, como toda esa gente llevaban prendas, eso era matando la persona y le caía el sujeto y le sacaba lo que tuviera en el bolsillo, lo que tuviera en el cuello. Así fue lo que sucedió pero fueron vistos que fueron apoyados por el Ejército y la Policía, aquí estaba la Policía en su puesto y el Ejército en su puesto y por ahí no aparecía ninguno de ellos. Al otro día era como echar sacos de melaza a una camioneta, los muertos tirándolos el Ejército, eso no preguntaron ni quién fue ni quién los vio ni nada”.

Mientras la masacre ocurría, los más de cien militares que se encontraban en el corregimiento, por orden del ofi cial del Ejército Luis Fernando Campuzano, se acantonaron en la base militar que se encuentra ubicada al otro extremo de la vía de entrada al pueblo, cruzando el río Catatumbo, y permanecieron allí acuartelados.

Los militares, al pronunciarse, dijeron que no habían podido reaccionar ante la incursión armada porque habían sido atacados por los paramilitares, por lo cual se habían enterado de la masacre cometida contra la población civil hasta el día siguiente, cuando hicieron el levantamiento de los cuerpos. Sin embargo, en las instalaciones de la base no se halló evidencia de que esta fuera atacada ni hubo ningún herido dentro de las fi las de los militares.

La Fuerza Pública no desalojó a los paramilitares que se encontraban en la vía Tibú-La Gabarra, desde donde comenzaron a ejercer el control del ingreso y salida de los pobladores, medicamentos, vehículos y alimentos y continuaron cometiendo asesinatos selectivos, desapariciones forzadas e incursiones en el área rural del corregimiento.

El ataque paramilitar contra La Gabarra y la vulnerabilidad y fragilidad de las condiciones de seguridad llevó a que, de manera desordenada y caótica, más de 3.000 residentes del casco urbano y de la zona rural de este corregimiento se desplazaran a otros municipios del departamento o hacia Venezuela, para pedir refugio allí. El primer grupo de refugiados estuvo conformado por 2.229 personas que se concentraron en los poblados venezolanos de Casigüa el Cubo y La Vaquera, del Estado de Zulia, el 2 de junio de 1999. Estos desplazados fueron posteriormente entregados a las autoridades colombianas y llevados a Puerto Santander y de allí trasladados al coliseo Eustoquio Colmenares, de la ciudad de Cúcuta26.

El segundo grupo de desplazados, integrado por más de 700 personas, se dirigió por la misma fecha a La Vaquera, El Cerrito y El Ranchito, poblados fronterizos del Estado de Zulia, donde se ubicaron en improvisados ranchos de plástico.

Cuando llegaron los paramilitares a La Gabarra, en el municipio de Tibú, ya los habitantes de la región habían recibido amenazas por parte del Ejército, de que estos grupos entrarían a la zona, por estar ésta controlada por la guerrilla y tener cultivos de coca. En términos generales, la población ya tenía conocimiento de su llegada, situación que fue denunciada por varias organizaciones defensoras de derechos humanos regionales y nacionales que emprendieron acciones urgentes, alertas tempranas, misiones humanitarias y denuncias sobre la grave situación de amenaza que vivía la región27.

Una mujer, habitante de La Gabarra, que regresaba de un viaje de Cúcuta, justo el día después de la masacre relató:

“Por la carretera se oía que le quemaron el rancho a fulano, que mataron a sultano, que se llevaron una muchacha y que mataron el hombre y mataron la mujer, que un niño desapareció y dos niños quedaron muertos. Pero no se sabía de qué forma habían muerto”.

Después de la primera masacre que los paramilitares perpetraron en La Gabarra, el sábado 29 de mayo de 1999, y de la estela de muerte que habían dejado en su recorrido, se retiraron a su base ubicada en la vía a Tibú y un mes después, aproximadamente, volvieron a entrar a la cabecera del corregimiento.

A las 10 de la mañana del 30 de mayo, un helicóptero de color azul, al servicio de los paramilitares, descendió y permaneció durante varios minutos en uno de los retenes, a 14 kilómetros de la cabecera municipal de Tibú. En él se transportaba, al parecer, Carlos Castaño, quien arengó a los agresores y profirió amenazas contra los civiles que se encontraban reunidos allí, al mismo tiempo que advirtió que ejercería control en La Gabarra, sin importar las personas que tuviera que ejecutar para lograrlo. El descenso de este helicóptero se vio claramente desde la cabecera municipal de Tibú, pero ningún mando militar del Batallón No 46 Héroes de Saraguro ni de la Estación de Policía hizo nada para neutralizar el aparato28.

Según testimonios, la noche del 2 de junio helicópteros del Ejército Nacional sobrevolaron el corregimiento con las luces apagadas; aterrizaron y de ellos descendieron 4 hombres encapuchados que dispararon contra la población, lo que generó el desplazamiento del resto de moradores de La Gabarra29.

A partir de ese momento, fueron recurrentes las muertes y masacres en toda la zona. Algunos de los casos registrados ocurrieron el 13 de junio, en Versalles, cuando asesinaron a 4 personas, y el 14 de junio, en la vereda Los Cuervos, donde dieron muerte a otras 4. El 31 de julio, también en la vereda Los Cuervos, asesinaron a 8 personas más y el 7 de agosto, en la vereda El Taladro, a otras 3 (30).

De igual manera se dieron masacres dispersas, es decir, aquellas constituidas por homicidios perpetrados en diferentes actos criminales que guardan conexidad entre sí, principalmente por la autoría y el designo criminal perseguido.

De acuerdo con la Defensoría Regional de Norte de Santander, entre el 2 y el 29 de junio de 1999, 13 personas fueron reportadas asesinadas, estigmatizadas como colaboradoras de la guerrilla, y entre el 4 y el 14 de julio, otras 4 personas más31.

El nombre de La Gabarra fue conocido a nivel nacional e internacional por el alto número de masacres y asesinatos selectivos ejecutados por las AUC, bajo el mando de Armando Alberto Pérez Betancourt, alias comandante ‘Camilo’, ex capitán del Ejército. El grupo comandado por este ex militar se estableció en la zona, de manera defi nitiva, por un prolongado periodo de tiempo.

Los paramilitares permanecieron en La Gabarra durante los siguientes cinco años y medio, hasta su desmovilización, el 10 de diciembre de 2004, ya conformados como Bloque Catatumbo.

20 Asociación MINGA. ‘Coincidencias que matan y desplazan’. Primer Informe, 31 de enero al 2 de febrero de 2002. Ver, también, Informe de la Misión conformada por la Oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas, la Agencia para Refugiados de Naciones Unidas en Colombia, las agencias de cooperación internacional Christian Aid, Consejo Noruego para Refugiados, Ministerio del Interior, Red de Solidaridad Social, Secretaría de la Pastoral Social de la Iglesia Católica y la Asociación MINGA.
21 La Asociación MINGA maneja esta cifra en demanda interpuesta ante el Estado. Otras fuentes hablan de 600 hombres.
22 Documento del Archivo Interno de la Asociación MINGA, 1999.
23 Acción de Grupo de La Gabarra, interpuesta por la Asociación MINGA en 2001.
24 Acción Urgente realizada por la Asociación MINGA el 1º. de junio de 1999.
25 Acción Urgente realizada por la Asociación MINGA el 19 de julio de 1999.
26 Demanda acción de Grupo de La Gabarra, interpuesta por la Asociación MINGA en 2001.
27 En el capítulo siguiente se abordarán, con profundidad, todas las acciones emprendidas por instituciones estatales y organismos de derechos humanos, con relación a los hechos relatados en este texto.
28 Acción Urgente: ‘Las organizaciones de derechos humanos que suscribimos esta comunicación hacemos un llamado a las autoridades de Colombia, Venezuela y a la Comunidad Internacional para proteger a la población desplazada de la zona del Catatumbo’, suscrito por La Asociación MINGA, Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES), Corporación SEMBRAR, Corporación Laboral Especializada Básica Educativa Regional (CLEBER), Centro de Educación Popular (CINEP), Comité de Solidaridad con Presos Políticos (CSPP), Asociación Nacional de Ayuda Solidaria (ANDAS). Junio 1º. De 1999.
29 Informe sobre la visita a Casigua El Cubo (Estado Zulia) en relación con el grupo de refugiados colombianos en territorio venezolano, el 4 y 5 de junio de 1999, realizada por la Iniciativa de Solidaridad con Colombia.
30 Campaña Nacional e Internacional por El Catatumbo Vida Cultura y Paz. Filo Gringo ‘De las cenizas y el dolor, hacia la vida’. 15 de mayo de 2000. Asociación MINGA.
31 Ibid.