Fueron tantos los viajes inútiles que Luz Elena Usuga realizó a Puerto Triunfo y otras localidades del Magdalena medio antioqueño en busca de su esposo y tan desoladoras las respuestas que le entregaban las autoridades, que la única manera de mitigar el dolor la encontró en el licor.
eltiempo.com
Autor YANED RAMIREZ S.
1 de junio de 1997
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Con el rubor en sus mejillas y los ojos llenos de lágrimas Luz Elena se atreve a confesar que la desaparición forzosa de Guillermo Anzola, hace más de dos años en Puerto Perales, Magdalena medio, no sólo la destruyó a ella, sino que desintegró su hogar.
Hasta el día que la gente lo vio por última vez, el 9 de marzo de 1994, Luz Elena vivía como ama de casa con su esposo en un barrio popular de Medellín, al lado de sus cuatro hijas.
El era un conductor de servicio público, pero el día que salió a hacer una diligencia entre Doradal y Río Claro, con su amigo Julio Eduardo Molina, líder comunal de Villa del Socorro, no se supo más de ellos.
Fue tan repentina y dolorosa la desaparición de su esposo, que la vida la cogió desprevenida. Además de soportar la angustia de no saber sobre el paradero de su marido, en forma repentina se le vino encima la obligación de sostener a sus pequeñas hijas.
Hoy las dos mayores, de 17 y 16 años se tuvieron que retirar del colegio por falta de recursos económicos y se fueron a vivir con su abuela porque su madre no pudo más con la obligación. Luz Elena ya no bebe, pero no ha podido encontrar un empleo para suplir sus necesidades.
En este momento estoy pasando por una situación económica muy difícil, no tengo empleo y no sé que voy a hacer , afirma confundida.
La experiencia de esta mujer de 35 años, reflejada en otros cientos de hogares antioqueños, fue escuchada por otros parientes y amigos de desaparecidos que hoy finalizan con una misa la conmemoración de la Semana Internacional del Detenido-Desaparecido.
Según la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (Asfaddes), seccional Medellín, en el país se han presentado 3.500 casos durante los últimos 15 años, de los cuales, 1.500 se han presentado en Antioquia.
Las cifras de la asociación dicen que en los últimos meses se ha aumentado el promedio, pues diariamente se estarían produciendo de 2 o 3 desapariciones, debido al aumento en las retenciones masivas.
Las cifras reales son muy difíciles de determinar, pues la impunidad y el miedo hace que muchos callen sus casos de desapariciones , afirman los directivos de Asfaddes.
Muchos no denuncian, pero si protestan y reclaman a sus seres queridos. Martha Soto, hermana de Jorge Enrique Soto, militante activista de la Unión Patriótica en Urabá, detalló el caso de su familiar que dejó una niña pequeña, que cada año recorre las marchas de los desaparecidos y porta el retrato del padre que no llegó a conocer.
Su hermano había estado vinculado con la Juventud Comunista y hacía parte de los comités estudiantiles de colegios y universidades de Medellín, aunque también le dedicaba mucho tiempo al arte, el teatro y la música. Un día resolvió irse para Urabá a hacer política y fue secretario del Consejo de Apartadó. Empezó a ser perseguido y debió abandonar la región, pero el 15 de julio de 1985 no se supo más de él.
Nosotros no hablamos de ellos ni en pasado, ni en presente, ni en futuro. Sabemos que no están vivos, es imposible pensarlo, pero tampoco podemos aceptar que están muertos porque nosotros no vimos los cadáveres , dice Marta María Eugenia López dice que lleva a cuestas el caso de dos desapariciones en Yarumal: Olga Luz Echavarría Areiza y de Eliécer Pérez Morales, quienes según cuentan sus parientes, fueron detenidos por la policía en 1990, pero hasta hoy no se sabe nada de ellos. María Eugenia era amiga de la pareja y desde que supo de su desaparición se propuso encontrarlos.
Como yo me dediqué a buscarlos a raíz de su desaparición, fue masacrada mi familia en la vereda la Solita del municipio de Campamento. Un grupo fuertemente armado llegó hasta allí y entraron disparando hasta matar a mi mamá, mi sobrina, un tío, una cuñada y un trabajador , dice María Eugenia.
Pese a ello, continuó con su búsqueda, pero ya no espera encontrar a sus amigos, porque fueron tachados de guerrilleros y supone que hace tiempo están muertos. Hasta la familia de los desaparecidos desistieron de continuar por temor a correr con la misma suerte, pero María Eugenia insiste.
Algún día les diré que ganaré la batalla. Yo pienso seguir adelante hasta saber la verdad , dice María Eugenia.
Desde el 18 de Agosto de 1994, a William de Jesús Lopera Gómez, dirigente sindical, se lo llevó un grupo de hombres fuertemente armados que se movilizaban en dos carros. Como a su esposa, María Elena Saldarriaga, nadie le daba razón de él se fue con una foto en la mano a buscarlo por todos los lugares posibles. Un día le informaron que lo habían visto deambulando por las calles de Manizales como un demente. Fue hasta allá, pero no lo encontró. Luego le dijeron que estaba en una clínica de reposo en Pereira, también fue hasta allá, pero después de revisar pieza por pieza descubrió que tampoco estaba en el centro hospitalario.
Su desesperación la llevó a recurrir a la magia blanca y también a la magia negra, y en eso invirtió gran cantidad de dinero, pero todo fue en vano. Después de aceptar que la búsqueda era infructuosa cerró su apartamento y decidió irse con sus dos hijas a vivir con su madre. Sicológicamente me afectó mucho y lo mismo a mis hijas , dice. María Elena tuvo que trabajar por primera vez en su vida y de ella dependen ahora sus dos hijas. En el fondo sabe que es muy difícil volver a ver a su esposo, pero tampoco renuncia a saber qué pasó con él.
La desaparición de Martha Leticia García se presentó en su propio restaurante ubicado en el corregimiento La Veta, municipio de Cocorná. Hasta allí llegaron el 16 de abril de 1994 tres carros con hombres armados que la sacaron del establecimiento junto con una amiga de nombre Marleny Guarín. A ésta última la soltaron, pero los parientes de Martha Leticia no volvieron a saber de ella. Nosotros creemos que el grupo era de paramilitares porque a nosotros nos trataron de guerrilleros. En las paredes dejaron escrito: muerte a colaboradores de la guerrilla .
La hija de Martha sostiene que pese a que sus 10 hermanos tuvieron que abandonar el municipio, ni su madre ni ellos eran guerrilleros, sino que estaban obligados a atender a todo el que llegara al establecimiento. El miedo nos trajo hasta acá y lo peor de todo es que hasta el sol de hoy no volvimos a saber nada de mi mamá , dice.
Los parientes de los desaparecidos no renuncian a encontrarlos o por lo menos a hallar sus cuerpos y establecer quienes fueron los responsables.
En dos marchas por las calles de Medellín, oraron por Habid y Yennid Maud Quintero Giraldo; Juan Carlos Salazar Yepes; Norverto Javier Restrepo; José Libardo, José Elpidio y Bertulfo Gil; Edgar Augusto González Pulgarín; Johan Jairo Giraldo; Olga Luz Echavarría; Pedro Pablo Benítez; Jorge Enrique Soto Gallo, y otros cientos de desaparecidos.
A pesar de que para algunos ha pasado mucho tiempo, sus seres queridos volvieron a llorar por la incertidumbre de no saber dónde están y reiteraron su rabia e impotencia pues es muy poco lo que pueden hacer para encontrarlos.