En treinta minutos dos sicópatas asesinaron a diez personas en tres hechos diferentes llevados a cabo en la localidad de Soacha, al sur de Bogotá. La historia se inició en el bar Mi Sevilla a la una de la mañana. A esa hora ese bar era ocupado por diez personas que ingerían cerveza y aguardiente. Se hallaban sentadas en torno de tres mesas de madera y oían rancheras, cuando llegaron esos dos hombres.
eltiempo.com
2 de junio de 1993
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Al lado del bar, situado sobre la autopista sur, cerca de la entrada principal de la localidad de Soacha, un grupo de mujeres dedicadas a la prostitución bebían licor en el grill Gran Prix. Entonces escucharon los disparos.
Era la una de la mañana. Uno de los dos hombres, identificado ayer como Arnoldo Malagón González, 22 años, y conocido como Iguarán , desenfundó una pistola automática y sin decir palabra alguna disparó contra dos asistentes de Mi Sevilla. Nadie alcanzó a reaccionar.
Allí cayeron las dos primeras víctimas. En el suelo quedó el cuerpo del dragoneante de la Policía Metropolitana, William Hernando Mosquera. Las balas también alcanzaron a Enrique Angarita Reyes, un amigo del agente Mosquera, quien se encontraba de vacaciones. Ambos recibieron impactos en la cabeza y murieron en el establecimiento, demarcado con el número 17-20.
Con esa balacera tan hp quien no se va a asustar dijo ayer una de las mujeres del Gran Prix nosotras parecíamos hormigas de un lado para otro tratando de escondernos .
Los asesinos, entonces, subieron sin prisa a una motocicleta e iniciaron un oscuro recorrido de muerte que, treinta minutos después, habría de dejar otras ocho víctimas.
Tras pasar frente a una estación de gasolina de Esso, situada en el costado oriental de la autopista, frente a seis almacenes de venta de materiales de construcción, la moto de los asesinos giró a la derecha, en dirección a El Sol, un barrio popular de Soacha.
Mientras ello ocurría Eusebio, dueño del bar Mi Sevilla, ordenó sacar con prontitud los cuerpos sin vida de las víctimas y empezó a limpiar el lugar para no dejar huellas. Sin embargo, olvida los rastros de sangre que quedan en el borde de la escalera de cemento de la puerta de ingreso. Su retención se produjo a las 8 de la mañana.
Fatal coincidencia
El agente Hernando Carrillo Arbeláez entregó su turno de vigilancia a la 1 de la mañana y se dirigía en una moto hacia su residencia en donde le esperanban sus seis hijos y su esposa, Lucía Rodríguez de Carrillo.
Coincidencialmente, cuando llegaba a la esquina de la calle 25 con carrera 6a. se encuentró de frente con los dos asesinos. Iguarán se bajó de la moto, tal vez presumiendo que habían sido descubiertos, y con una pistola en la mano derecha y un revólver en la izquierda abrió fuego contra Carrillo. Le pegó 24 tiros.
El agente Carrillo murió a diez metros de un Comando de Atención Inmediata (CAI) abandonado y a cinco de un teléfono de cabina amarilla, en el barrio El Sol. Faltaban solo dos cuadras para que llegara a su residencia.
Escuché unos tiros pasada la 1 de la mañana dijo Rodríguez de Carrillo estaba despierta porque lo esperaba siempre. Era como la una y cuarto, yo no me imaginé que fuera el esposo de uno el que ha caído. Dije Dios protéjamelo que no sea él, pero duré toda la madrugada esperándolo hasta las 5 que me enteré… .
Iguarán , un hombre natural de Acacías y suuestamente consumidor conocido de drogas, subió de nuevo a la motocicleta. Entonces los hombres reanudaron la marcha, en dirección al barrio San Mateo.
Al llegar a la carrera 9a. No. 30A-20, sitio en donde se celebraba la apertura de una tienda para el expendio de licor, los dos hombres descendieron y se instalaron en una de las mesas del lugar. Era casi la una treinta de la madrugada.
Allí se encontraban cerca de doce personas entre celadores, empleados de asaderos y obreros que departían con cerveza el acontecimiento. Llovía.
Iguarán y el otro hombre, cuyas características corresponden a un hombre crespo y de baja estatura, piden dos cervezas que ingirieron con tranquilidad.
Luego ordenaron una nueva tanda que quedó servida, pues en ese momento reiniciaron el fuego. Iguarán desenfundó nuevamente las dos armas y disparó contra los asistentes.
Fueron cinco minutos de terror. Las víctimas no lograron huir al fuego pues quedaron atrapadas entre los asesinos y el mostrador del lugar. Todos recibieron disparos en la cabeza y el cuerpo.
Sonaba pa!, seco Cuando empezó la balacera nos metimos debajo de las camas. Nadie gritaba nada, era muy extraño. Luego cuando pararon de disparar escuché a alguien que gritaba Yolanda ábrame, llame a la Policía .
Allí murieron tres personas en forma inmediata. Didier Armando Giraldo, empleado del asadero de pollos El Refugio; Jhon Jairo Sierra Muñoz, celador; y Leonardo Rayo, vendedor.
En el momento, lo primero que hice fue tirarme de la cama. Los tiros no suenan como tiros sino secos. Cuando oí el primero dije eso no es tiro, me levanté y escuché el segundo, entondes dije eso no es ninguna caja que estén tirando, ni nada, eso es bala. Del segundo en adelante sonaba pa!, seco , dijo un testigo.
Luego de los disparos, numerosos habitantes se asomaron a las ventanas para indagar lo que había ocurrido. El señor de abajo dijo un habitante del barrio era el que nos gritaba que la Policía. Le dije tranquilo que ya llamamos . Gritaba que le abrieran, que lo ayudaran. Yo me imaginé tal vez que les habían venido a robar .
Otros cuatro hombres, William Castillo, Ismael Muñoz Moyano, Jorge Eliécer Barrera Barrera, médico; y Luis Enrique Castañeda, quedan mortalmente heridos. Cuando salimos había uno que se movía y dijeron llevémoslos que estos están vivos. Decían que eran dos (los asesinos), todos jóvenes , dijo un testigo.
El sector se llenó de curiosos. Cuando cesaron los disparos, escuché a alguien llorando que le decía a un señor de un carro de por Dios lléveme, lléveme por favor .
Los cuatro heridos fueron llevados por la Policía al Hospital de La Samaritana, en donde fallecieron cuando eran atendidos por médicos de ese centro asistencial.
Anoche la búsqueda de Iguarán y el otro hombre era infructuosa mientras que la Policía Cundinamarca, el Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) y un fiscal regional trataban de establecer la identidad del segundo hombre que participó en la masacre.