LUIS FERNANDO VÉLEZ VÉLEZ… DESPUÉS DE VEINTE AÑOS, SIGUE ENTRE NOSOTROS

… La grandeza de su espíritu, la generosidad de su alma, la firmeza de sus convicciones, la coherencia con sus principios, la valentía para defender sus posiciones y respetar las contrarias, son apenas unos pocos trazos de su polifacética personalidad, que lo hace inolvidable para quienes tuvimos el privilegio de compartir una parte de su vida y evocable para quienes no lo conocieron…

Por Julio González Zapata
Profesor Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
Universidad de Antioquia
http://asmedasantioquia.org/momento_medico/edicion_91/informeespecial.html

… Ese afán por conocer al hombre no sólo fue una preocupación intelectual, sino una manera, -su manera-, de relacionarse con el mundo. Nunca admitió que entre los hombres pudiera haber superioridades o inferioridades: sólo diferencias. De esas diferencias entre los hombres, hay algunas del orden de la naturaleza y otras que son el fruto de las desigualdades económicas, sociales y políticas; de la discriminación y de la exclusión; del racismo, el fanatismo y la intolerancia. Una inclaudicable lucha contra esas diferencias creadas y mantenidas artificialmente nos explican la trayectoria de su vida como intelectual, como profesor, como ciudadano y en esa lucha estuvo siempre del lado de los más débiles: los indígenas, los condenados, los marginados, los acallados, los estigmatizados, los subyugados y humillados…

… Luis Fernando también utilizó su inmensa capacidad comunicativa para expresarse por escrito y nos dejó poemas, cuentos, ensayos y relatos… Quisiera, para terminar, referirme al que parece ser el último de sus poemas, pero con las palabras de uno de sus grandes amigos, Fernando Meza Morales: “Antes de su muerte, lo supimos luego, escribió un canto a la libertad… En él nos dice que la libertad no es la que aparece escrita en un papel que pasa de mano en mano, sino que es comunión de corazón a corazón. Que la libertad es un ideal por el cual es necesario luchar cada día, o morir como lo hizo él. Que en su búsqueda a veces es preciso caminar una calle de amargura, como lo pregona su ejemplo. Que por ella a veces se hace imperativo gritar, y todos los rincones de este recinto venerado están pletóricos de su grito.