eltiempo.com
19 de mayo de 1991
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Esa noche los perros ladraron más que de costumbre. Alfonso Tique Timote miró el reloj a la luz amarillenta de la vela: eran las 8. Los ladridos se escucharon hasta pasada la media noche alrededor de la casa de adobe y paja de Tique Timote, gobernador del cabildo indígena de Santa Marta-Palmar, en Coyaima (Tolima).
Un poco después de las 4 de la mañana el dirigente pijao despertó a su esposa Rosalba y a uno de sus ocho hijos. Se colocó un buzo rojo, una pantaloneta azul de yin y alistó el azadón. Su esposa y su hijo fueron los primeros en salir de la casa. Cruzaron bajo un cobertizo de guadua y palma y se metieron en la cocina. Las llamas azulosas de la leña trepaban por los costados de la jarra del tinto cuando Alfonso Tique Timote apareció en la puerta.
Era delgado, de mediana estatura, pelo corto y lacio y tez muy trigueña. Tenía unos 45 años. El líder indígena se acomodó en un asiento deteriorado, junto a una mesa de madera.
Allí lo alcanzó el primer disparo. El pegó un grito y cayó al suelo. El niño y yo dice su esposa nos acurrucamos junto a la hornilla cuando entró un hombre de camisa azul y lo remató.
Tique Timote fue el primero de los cuatro dirigentes indígenas asesinados este año en el sur del Tolima. El 20 de marzo murió el gobernador del cabildo de Totarco Dinde, Vicente Cacais; el 4 de abril las balas alcanzaron a Jaime Santa Sogamoso, gobernador de Altosano, y el 22 de abril cayó frente a sus dos hijos el fiscal de El Floral, Jacinto Cupitra. En el segundo semestre del año pasado otros seis indígenas murieron baleados en esa zona.
El fantasma de la muerte ronda entre los platanales y los sembrados de maíz, ajonjolí, piña y batata. Ya nadie camina tranquilo por los cientos de trochas y caminos de herradura que cruzan el agreste panorama. Allí está ubicado lo que los pijaos consideran el gran resguardo indígena de Ortega, Chaparral, Coyaima y Natagaima. El gran problema: la tierra Ese territorio está integrado por 125 mil hectáreas, de las cuales 13 mil se hallan en poder de comunidades indígenas. Esas tierras les fueron adjudicadas luego de continuas tomas y desalojos y, finalmente, negociaciones entre el Incora y los propietarios de los predios. Las 112 mil hectáreas restantes pertenecen a terratenientes y a campesinos que subsisten de pequeños cultivos.
Allí, en medio de una brisa suave que apacigua los 30 grados de temperatura, habitan unos cuarenta mil pijaos de 62 comunidades. La mayor parte de ellos pertenecen al Consejo Regional Indígena del Tolima (CRIT).
El fondo de todo el problema dice Sergio Parra, presidente de ese organismo es la tierra. Los políticos, los terratenientes, las Fuerzas Armadas y hasta funcionarios oficiales nos califican de chusmeros cuando nos metemos a las fincas a recuperar las tierras arrebatadas a nuestros antepasados. Eso lo aprovechan los grupos de civiles armados que andan por aquí para ata car a nuestros líderes. Desde que comenzamos a organizarnos, hace unos veinte años, han matado a más de treinta indígenas .
Inicialmente, los pijaos se organizaron en la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC). Al dividirse esta, en 1973, los indígenas comenzaron a crear sus propios cabildos y a reclamar la tierra. Ese proceso duró casi diez años y en 1980 nació el CRIT.
El año pasado también surgió la Federación Indígena de Cabildos Autónomos del Tolima (FICAT), que tiene presencia en cuatro comunidades. El CRIT, sin embargo, dice que esa organización fue impulsada por los políticos de la región para dividir a los indígenas.
A unos y a otros los acosa el temor. Carlos Tovar Tique, un indígena del cabildo Totarco Dinde, lleva un año huyéndole a la muerte. En junio del año pasado tres hombres mataron a su hijo Macedonio. Días después alguien llegó a su rancho para decirle váyase pal barzal, viejo, porque lo van a matar . Desde entonces duerme en el monte.
Esa situación también la viven los miembros del cabildo de Santa Marta-Palmar. Cinco dirigentes de esa zona, citados a una reunión, aparecen por el sendero pedregoso que desemboca en la casa donde vivió Alfonso Tique Timote. Algunos llevan sombreros de palma y cotizas. Otros andan a pie limpio.
La vivienda, sombreada por guásimos y ciruelos, está ubicada en uno de los vaivenes del terreno salpicado por los techos pajizos y de zinc de los ranchos indígenas. Semillas de vida Sentados en el suelo y en una barbacoa de guadua, a pocos metros de donde cayó su gobernador, los indígenas hablan de sus preocupaciones. Hay rumores de que los van matar a todos. Ramiro Aguja, el secretario, dice que dos desconocidos fueron a buscarlo a su rancho, pero no lo encontraron. Mi mujer dice que llevaban una lista con varios nombres. Apenas oscurece, tranco la puerta y sólo abro cuando clarea .
Lo mismo le ocurre a la fiscal del cabildo, Mireya Tique. Es bajita y fornida. Viste una camiseta azul y una falda negra desgastada. En su mano derecha aprieta una bolsa plástica con la cédula, un monedero y una peineta. A las 6 ya estoy encerrada, pero uno ni come tranquilo esperando a quioras llegan .
La semana pasada se reunieron cuarenta indígenas en la escuela de Totarco Dinde, a una hora de Coyaima, para analizar sus problemas. Allí, bajo los bombillos de una estrepitosa planta eléctrica, los pijaos denunciaron la presencia de dos grupos paramilitares: Rojo Atac y Cobras. De día andan con ropa de trabajadores y de noche se ponen uniformes de los que usa la tropa. Se pasean a pie o a caballo por los cultivos y las trochas .
Según los indígenas, esa situación fue denunciada ante las autoridades regionales sin que existan medidas para controlar a esas organizaciones.
Pero a pesar de esa adversidad los pijaos creen más en la vida que en la muerte. Aun cuando la cultura de sus antepasados haya sucumbido al embate de la radio y la televisión. Por eso, en una noche estrellada, más de cincuenta indígenas alumbrados por una Coleman bailaron vallenatos de una grabadora y tomaron chicha.
Así celebraron el día de la santa cruz. Colocaron maíz tierno en un altar multicolor, lleno de estampas, velas y espejos, y le pidieron al dios de los blancos que este año les traiga buenas cosechas. Muchos Culpables Hace tres semanas 62 gobernadores pijaos dialogaron en Bogotá con el ministro de Gobierno, Humberto de la Calle Lombana, y otros funcionarios del estado para denunciar la ola de violencia contra sus comunidades.
Para Luis Ascárete, de la División de Asuntos Indígenas, el problema de tierras es complejo y tiene varios culpables: la gobernación de Tolima, los políticos de la región, los alcaldes y los mismos indígenas por sus discrepancias. Si no existe buena voluntad de parte de todos, no es posible hallar soluciones .
Según él, durante una reunión efectuada esta semana, las autoridades del gobierno tolimense dijeron que no tenían conocimiento de la existencia de grupos paramilitares en esa zona.
Por su parte, Eduardo Aristizábal, de la Consejería Presidencial de Derechos Humanos, señalo que se va a estudiar la instalación en Ibagué de un comité interinstitucional para asuntos indígenas coordinado desde Bogotá.
Existen, dijo, posturas intransigentes de parte del CRIT y la FICAT para solucionar sus discrepancias. Pero hasta ahora las investigaciones indican que esas divisiones no tienen nada que ver con el asesinato de los dirigentes indígenas . Sur del Tolima: Preocupación oficial Cuarenta muertos en cuatro meses: es lo que ha producido la violencia política en el Tolima, especialmente en el sur de ese departamento, este año.
El consejero presidencial para la paz, Jesús Bejarano, dijo que los atentados en esa zona afectan especialmente a indígenas y militantes del partido liberal y de la Unión Patriotica (UP). Según él, la situación más crítica se presenta en los municipios de Chaparral, Coyaima y Prado. En este último fueron muertos, mientras miraban televisión, la concejal de la UP, Rosalba Camacho, su esposo, tres hijos y dos nietos. El crimen fue cometido por 15 hombres en febrero pasado.
Bejarano agregó que existen denuncias sobre la existencia del grupo paramilitar denominado Rojo Atac en esa región, pero que estas no han sido confirmadas.
La violencia en esa zona no es aislada: En los primeros tres meses de este año fueron asesinadas casi mil personas en todo el país. Hay preocupación por la reactivación de los grupos paramilitares que han orientado sus acciones contra militantes y simpatizantes del M-19, EPL, UP y alcaldes y concejales liberales y conservadores.