LOS LUGARES DEL TERROR: ¿DÓNDE HAY QUE DESPLAZAR COMUNISTAS?

CNRR – GRUPO DE MEMORIA HISTÓRICA
EL ORDEN DESARMADO LA RESISTENCIA DE LA ASOCIACIÒN DE TRABAJADORES CAMPESINOS DEL CARARE (ATCC) – 2011

Otro blanco de la represión militar lo constituyó el caserío de La India que se había formado inicialmente hacia 1968, una vez se terminó de construir la carretera hacia Cimitarra. El poblado se construiría alrededor de una iglesia adventista, colindando con un desembarcadero sobre el río Carare o Minero. Allí la situación más crítica se vivió en septiembre de 1981, especialmente para los habitantes de su pequeño caserío, quienes tuvieron que padecer más de 50 detenciones luego del decomiso de cassettes en los cuales se había registrado la manera como los campesinos le exponían a la guerrilla sus conflictos para que les ayudaran en su solución –casos de linderos y conflictos familiares–, tras conocerse los señalamientos de un exguerrillero, quien indicaba que en ese lugar existía una célula que colaboraba con las FARC. Tres personas murieron en pleno proceso de investigación por los militares, lo cual condujo a que se produjera un masivo desplazamiento a Cimitarra de aproximadamente 300 personas que formaron, por algunos días, un campamento en la cabecera municipal de ese municipio. Los habitantes de La India no sólo se quejaban de aquellas muertes y de otros homicidios perpetrados por desconocidos que disparaban desde lugares inesperados203, sino que le reprochaban a las autoridades la falta de información sobre los detenidos.

Sobre el asunto, Efraín Gómez Jerez, el enviado especial de Vanguardia Liberal, a la zona señalaba: “Como la negra María del Carmen, 14 mujeres más deambulan con sus hijos por todos los rincones del Carare, anhelando tener noticias de sus esposos, quienes fueron conducidos por vía aérea (helicóptero) a cualquier lugar de Santander. Oficiales, suboficiales y soldados del batallón García Rovira han reiterado su desconocimiento por el paradero de estos campesinos, mientras que la legión de desposeídas sigue vagando sin rumbo por Cimitarra a la espera que una amiga las guíe al encuentro final de la paz…”204

La toma de la cabecera municipal y la serie de seis informes publicada por Vanguardia Liberal le dio notoriedad a lo que estaba ocurriendo en La India. El regreso de los campesinos a su lugar de origen se logró con la mediación del sacerdote de la localidad Abelardo Tapias; la intervención del alcalde de Cimitarra Jesús Sossa, quien debió programar una sesión para escuchar a los concejales y las diferentes versiones de los campesinos sobre lo que estaba ocurriendo en la vereda; el nombramiento de una comisión investigadora por parte de la Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares en cabeza del mayor general Francisco Afanador Cabrera; y la promesa del Comandante General de la Fuerzas Armadas, general Fernando Landazábal de castigar a cualquiera de sus “subalternos que no respete la ley” y de impartir “instrucciones a los oficiales del Ejército, para que, sin disminuir el control sobre los auxiliadores de los grupos subversivos, se exija a la tropa mejor trato para la población civil”.205

El episodio puso en evidencia otros problemas del desembarcadero de La India, como la ausencia de vías de comunicación y la explotación a campesinos por parte de negociantes que esperaban en ese sitio la llegada de los mismos con productos traídos de las veredas; de esa situación comenzó a propagarse la idea de organizar una cooperativa para dicha comunidad.

Pero, sin duda, la vereda más golpeada fue la de La Corcovada, habitada por unas tres mil personas a comienzos de los ochenta. En ella, desde hacía más de un década atrás, se “había dado una gran actividad organizativa del PC”, por lo que sus enemigos la tildaban del “corazón subversivo” de la región o la “aldea mamerta”. Por esas mismas razones y, al igual que otras veredas, se había instalado un puesto militar que realizó reiteradas detenciones y procedimientos de tortura contra civiles presuntamente vinculados con la guerrilla o con el comunismo.

Hacia 1983, la vereda fue blanco de sistemáticos asesinatos y desapariciones, algunos con el empleo de helicópteros, ejecutados por el grupo paramilitar de Puerto Boyacá que denominaban erróneamente como MAS, Muerte a Secuestradores –y excepcionalmente por los Tiznados–; también, en una ocasión, por miembros del Ejército acompañado de civiles, evento en el que se castigó con bombardeos indiscriminados. Con esos episodios se estaba generando un cambio notorio en la violencia de esta región, pues se abandonaba definitivamente una fase de exclusiva represión militar con predominio de detenciones ilegales y tortura, por una nueva modalidad o fase del conflicto, en la que surgían organizaciones paramilitares que actuaban en coautoría o con el apoyo del Ejército, implantando el homicidio selectivo y la desaparición como nuevos procedimientos de represión contra la población civil. De manera que los episodios sangrientos ocurridos en La Corcovada marcaron el fin del protagonismo abierto del Ejército en tareas de represión política, para dar paso a la actividad paramilitar que, por lo menos, inicialmente fue apoyada desde los batallones de la región.

El ataque contra la población de La Corcovada fue preparado en términos de una acción contraguerrillera, contando con apoyo de batallones del sur del país. Se realizó en diez días, aproximadamente entre el 6 y el 15 de agosto de 1983. Hubo primero sobrevuelo de aviones, cubrimiento de las vías de acceso, distribución de los militares en comisiones y bombardeos iniciados, al parecer, el lunes 8 de agosto con dos helicópteros. El periódico Puerto Rojo reconoce que hubo 18 guerrilleros y un suboficial del Ejército muertos.206 La prensa nacional, por su parte, habló de un enfrentamiento guerrillero con tropas del batallón Bárbula en el que habían resultado muertos diez insurgentes y un suboficial del Ejército. El primer periódico nombrado, de inspiración contrainsurgente, al dar su propia versión, mostraba que en realidad había sido un ataque contra los campesinos inermes, explicación que coincidía con los testimonios de algunos sobrevivientes. Sobre los hechos decía la mencionada publicación:

“El día indicado para el combate, el Ejército tomó posiciones estratégicas en las escarpadas montañas, guiado por el cuerpo logístico que antes hacía lo propio con los guerrilleros. Tan pronto como sonó “La Internacional”, allá abajo, en el poblado, la gente se dispuso a cumplir sus actividades pero sonaron los primeros disparos… La tropa era dirigida por el coronel Rodríguez y el capitán Chaparro, quienes estaban revueltos con los soldados. Tan pronto como éstos vieron que había caído unos de sus compañeros, se movilizaron tras las FARC, que salieron huyendo… …Al final fueron muertos 18 guerrilleros, incautado armamento, preso un gran número de ellos.207

En otra edición, el mismo periódico publicaba las declaraciones de una desertora de las FARC, denominada como Areliz, quien confirmaba lo publicado unos años atrás sobre el ataque a esa vereda: “Nuestros mejores amigos siempre fueron los campesinos de La Corcovada, pero el coronel Jaime Rodríguez Gamboa, comandante del batallón Bárbula de Puerto Boyacá, organizó una operación muy grande y bombardeó la vereda y mataron mucho gente que nos colaboraba y ese fue el comienzo para agotar y debilitar el Frente XI…”.208

Por su parte, una sobreviviente de la masacre contaba: “Yo salí de La Corcovada porque el Ejército estaba bombardeando y los helicópteros por el aire…huy…los helicópteros estaban bombardeando y por tierra el Ejército. Estaban acabando con los cultivos y las casas y con los campesinos; nosotros dando gracias que logramos salir…cuando el Ejército nos bombardeaban las casas para matar los campesinos, llegaban a las casas y los sacaban y los llevaban y los mataban; después el Ejército bombardeaba las casas o les metían candela los mismos que andaban por tierra. Los otros campesinos los mataban y les abrían el estómago y les sacaban las menudencias y les metían piedra y los tiraban al río Carare para que no sobresalieran…”. 209

El episodio generó desplazamientos de campesinos hacia Cimitarra, lo cual fue negado por el periódico Puerto Rojo y atribuido a un recurso propagandístico de la UNO. Después del suceso, los mismos campesinos indicaban que la vereda había quedado prácticamente desocupada, pues “La mayor parte de gente se fue y los que no se fueron los mataron. Incluso cuando nosotros salimos por allá, en Cimitarra había unas familias con las piernas trozadas por las bombas que tiraba el Ejército; señoras con las piernas trozadas, los brazos. Los que no alcanzaron a morir los dejaban inválidos”210.

Siete años después de ocurrida esta masacre, Miguel Ángel Barajas, el asesor de la ATCC, recordaría las consecuencias de esta y otras masacres, en carta abierta publicada por el periódico El Tiempo; señalaría que la escuela había quedado destruida, que se habían incendiados 10 casas, que 35 campesinos habían caído asesinados y que 55 familias se habían desplazado.211 Veintidós días después, Barajas también caería asesinado.

203 Vanguardia Liberal. Septiembre 8 de 1981.
204 Vanguardia Liberal. Septiembre 6 de 1981.
205 Vanguardia Liberal. Septiembre 9 de 1981.
206 El Tiempo. Agosto 10 de 1983.
207 Puerto Rojo. Noviembre de 1983. La cobarde matanza del Magdalena Medio.
208 Puerto Rojo. Marzo 30 de 1987.”Areliz” flor de la guerrilla.
209 IEPRI. Centro de Documentación. Testimonios de los bombardeos y acciones
combinadas en la región de La Corcovada, caseríos: El delirio, matecoco, el cruce
de nutrias, el cruce del Zambito y el Chaparro. Compilación de Carlos Medina
Gallego.
210 IEPRI. Centro de Documentación. Testimonios de los bombardeos y acciones
combinadas en la región de La Corcovada, caseríos: El delirio, matecoco, el cruce
de nutrias, el cruce del Zambito y el Chaparro. Compilación de Carlos Medina
Gallego.
211 Miguel Ángel Barajas. Respuesta del país campesino al país intelectual. El Tiempo.
Febrero 4 de 1990