COLOMBIA NUNCA MÁS
ZONA 5ª – CUARTO MODELO REPRESIVO: REINGENIERÍA MILITAR Y EXPANSIÓN DEL PARAMILITARISMO, 1991-1995
(…) hay unos motores fundidos, necesito que los reparen, los tengo en tal sitio y daban la dirección, lleven buenos mecánicos y buena herramienta; mecánicos significa sicarios, buenas herramientas significa buen armamento y motores fundidos significaba las víctimas.
(Confesión de uno de los sicarios)
Uno de los fenómenos más aberrantes de las nuevas modalidades de inteligencia militar que se conoció como la Red de Inteligencia No. 7 de la Armada, funcionó en Barrancabermeja de octubre de 1991 a abril de 1993, bajo la dirección del Capitán de la Armada Juan Carlos Álvarez Gutiérrez, quien recibía órdenes directas del Teniente Coronel Rodrigo Quiñónez Cárdenas. La Red de Inteligencia de la Armada es la responsable de la muerte de 35 habitantes de sectores populares de la ciudad, nueve sindicalistas, tres defensores de derechos humanos, dos estudiantes, tres funcionarios públicos, un líder campesino y un militante del Partido Comunista.
Esta instancia secreta de la Armada reclutó y contrató, incluso por medio de contratos escritos, a ex miembros de la Armada y asesinos a sueldo para realizar asesinatos selectivos y para impulsar la conformación de grupos paramilitares en los municipios santandereanos del Magdalena Medio con el apoyo del Batallón Antiaéreo Nueva Granada. En un principio sus acciones fueron presentadas con la fachada de grupo paramilitar “Comando de Unidades Especiales de la M” pero luego, gracias a los testimonios de miembros de la red detenidos se pudo establecer que se trataba realmente del accionar encubierto de agentes del Estado.
La creación de la Red de la Armada No. 7 se concretó de acuerdo con las indicaciones de la Directiva Permanente No. 021 de 1991 y de la Circular No. 05315 del mismo año, emanada de la Armada Nacional. El sustento legal de estas directrices es la directiva No. 200-05 de 1991, originada por el Ministerio de Defensa Nacional, Comando General, quien reguló la organización y funcionamiento de las redes de inteligencia.
Esta estructura de inteligencia estuvo a cargo de la Dirección de Inteligencia de la Armada (DINTE) con sede en Bogotá; su máxima autoridad fue el Segundo Comandante de la Armada, a quien le seguía el Director. Para la época de los crímenes cometidos por sus integrantes, el Director era el Coronel Rodrigo Alfonso Quiñónez Cárdenas, responsable detrás de la mayoría de acciones desarrolladas y ejecutadas por la Red, en tanto que el Subdirector era el Mayor Jairo Osorio Morales. El Capitán Juan Carlos Álvarez Gutiérrez, quien posteriormente sería asesinado en Cartagena, coordinaba la Red 07.
En un nivel subsiguiente estaban los Jefes administrativos y de área. El primero se ocupaba de la parte financiera; el segundo manejaba los agentes de control y cubría las áreas críticas objeto de las labores de inteligencia, además era el puente de información para el jefe de la red. Las dos funciones eran asumidas por Carlos David López Maquillón. En cuanto a los agentes de control, eran los encargados de cubrir los blancos (objetivos de la investigación), dependiendo de forma directa del jefe de área. Manejaban y ayudaban en las labores efectuadas por los agentes de inteligencia. No obstante, estas tareas no eran las únicas, pues también actuaban directamente en el desarrollo de los crímenes planeados, como en el caso de Ancízar Castaño Buitrago, uno de los miembros más sanguinarios de la red.
Seguidamente se tienen los agentes de inteligencia quienes debían estar adiestrados para manejar los informantes, procesar la información recogida y pasarla a los agentes de control; además tenían que poseer un conocimiento amplio del escenario donde se movían. También, al igual que los agentes de control, participaban en la ejecución de los crímenes concebidos por la red.
En el último eslabón se encontraban los informantes, quienes básicamente suministraban la información sobre los objetivos de inteligencia. Algunos de ellos se vinculaban primeramente como informantes, para luego pasar a ser agentes de inteligencia y subir al escalón de agentes de control.
Se resalta que de los integrantes de la red, únicamente eran miembros activos de la Armada el Capitán Juan Carlos Álvarez y el Suboficial Carlos David López Maquillón, en tanto que los demás eran militares retirados o simplemente civiles, con lo cual se pretendía mantener encubiertas las operaciones de inteligencia, y desdibujar por completo cualquier nexo o relación con la estructura.
El trabajo de la Red No. 7 era por completo clandestino. Todo se conducía desde la más estricta confidencialidad. Las órdenes impartidas desde la DINTE se ejecutaban a cabalidad, sin que los canales de comunicación fueran menoscabados o infiltrados. Esto garantizaba por completo la efectividad a la hora de ejecutar los asesinatos, los cuales en su gran mayoría se caracterizaban por un rasgo común: su vinculación con organizaciones sociales. Así, las muertes ocurridas en 1992 reflejaban una completa persecución y represión a toda forma organizativa social o popular, bajo el pretexto de una supuesta lucha contra la subversión.
La información de inteligencia que pasaba por la red, ineludiblemente tenía como destino final la DINTE, instancia donde era evaluaba para impartir las directrices correspondientes, que no eran más que la orden de asesinato de los objetivos cubiertos e investigados (las víctimas). Estos podían adquirir dos formas en su realización: (i) selectiva, encaminada contra un blanco determinado e individualizado a través del respectivo seguimiento; o (ii) indiscriminada, de donde resultaban las masacres, pero con la particularidad de que varias, o todas las víctimas, eran parte de organizaciones sociales o populares, especialmente de sindicatos. Ambas modalidades se fundaban en que su accionar partía de un supuesto vínculo con la subversión que nunca se probó, pero que servía de “excusa” a la hora de matar, con lo que de paso, se reprimía cualquier forma de movilización social.
No obstante, los asesinatos no solamente se cometieron en la persona de los blancos de inteligencia de la red, también se debieron hacer extensivos a sus propios miembros. Es de anotar que en todos estos crímenes estuvo relacionado el Coronel Quiñónez Cárdenas, siendo su autor intelectual. La mayoría de las muertes, por no decir la totalidad, se daban en función de los intereses del alto oficial, preponderantemente por proteger su figura y status dentro de la Armada, borrando cualquier enlace o vínculo que lo uniera con las acciones de la red (como sucedió con Saulo Segura). Así mismo, y en cierta consonancia con lo anterior, se presionó y hostigó a quienes relataron mediante confesiones lo sucedido en 1992 y la cantidad de crímenes cometidos por la Red No. 7.