LA PERSECUCIÓN A LA FAMILIA ASCANIO

NORTE DE SANTANDER: TERRITORIO DIVERSO, INFAMIA AGUDA
PROYECTO COLOMBIA NUNCA MÁS ZONA 5ª
Comisión de Crímenes de Lesa Humanidad 1966 – 1998

“Hoy nuestra familia está destrozada
todos somos desplazados, todos somos perseguidos,
no nos quedaron fuerzas para seguir,
son dos, cuatro y más
los que aún continuamos luchando
hoy nos sumamos más y más para encontrarnos”

Los miembros de la familia Ascanio fueron víctimas de la persecución y el exterminio sistemático por parte de miembros de la Fuerza Pública desde finales de la década de los setenta. La persecución contra los integrantes de esta familia se recrudeció a raíz de las denuncias que los Ascanio presentaron, quienes sufrieron y fueron objeto de toda clase de hostigamientos que van desde simples amenazas, hasta desapariciones, torturas y asesinatos que pretenden no dejar huella ni memoria alguna de su familia. La opresión vivida por está familia se dio en varias localidades de Norte de Santander, fundamentalmente en La Playa, Hacarí, Convención y Ocaña.

Para la Fuerza Pública, especialmente para la Brigada Móvil No. 2, cualquier Ascanio es símbolo de la insurgencia. Incluso, después del martirio y la muerte, la paz de los sepulcros no fue suficiente para la tranquilidad de estos atormentados. Una clara muestra de la sevicia y el aborrecimiento que manifestaban las unidades militares contra los Ascanio tuvo lugar el 22 de marzo de 1995, cuando sus efectivos violentaron las tumbas de algunos miembros de la familia que se hallaban sepultados en el cementerio de La Vega de San Antonio, municipio de La Playa, para después dejar sus restos mortales al aire libre. Así como les negaron el más elemental de los derechos, el de la vida, a los Ascanio tampoco les dejaron el mínimo derecho de descansar en la eternidad pacíficamente.

Los primeros hostigamientos contra la familia Ascanio se produjeron en febrero de 1979, cuando fueron detenidos en un allanamiento realizado en Ocaña los señores ANA BELINA ASCANIO, ANTONIO ASCANIO TELLEZ, sus hijos AGUSTIN ASCANIO, SIMONA ASCANIO enferma mental en ese entonces, sus nietas ANA BERTINA ASCANIO, NELDA ASCANIO y su nuera ANA ABELINA ASCANIO, quienes estaban alojados donde un compadre mientras desarrollaban diligencias de salud con tres familiares. Los militares los sindicaban de haber participado en la toma de Convención en 1979 que hacía pocos días había realizado la insurgencia.

Bajo tales afirmaciones los seis detenidos fueron llevados al Batallón Santander, donde los tuvieron por espacio de un día y una noche en condiciones degradantes, con los rostros expuestos al sol, sentados en un hormiguero, sin poderse mover ni ingerir ninguna clase de alimentos. Un día después fueron dejados en libertad puesto que no encontraron pruebas para procesarlos.

Efectivamente, como relata esta historia, ds años más tarde, el 8 de marzo de 1981 la familia Ortiz Sepúlveda organizó un baile en la finca “El Charco”, ubicada en la vereda Mesa Rica, jurisdicción del municipio de La Playa. En dicho baile, resultaron cuatro personas muertas y una herida; entre los fallecidos figuraban ALCIBÍADES, VICTOR JULIO, EVELIO Y AREMILSE ASCANIO. Al día siguiente, los cuerpos sin vida de Alcibíades y Víctor Julio fueron llevados a la finca de su padre, Antonio Ascanio, aproximadamente a las 12 del día. Mientras los familiares y amigos se encontraban en el velorio, se presentó violentamente una patrulla de doce uniformados de la compañía “PANTERA”, comandada por el Cabo Primero Peregrino Sánchez, Jaime Alfonso y el dragonianante Luis Jesús Rojas. Tan pronto ingresaron al sepelio los militares solicitaron los documentos de identidad de los cadáveres y requisaron grotescamente a los familiares de las victimas, insultándolos. Ante estos hechos el abuelo Antonio Ascanio de 70 años les dijo “que respetaran, que estaban de duelo y los invitó a acompañarlos”.

Ante esta situación, el cabo de la escuadra militar gritó “Fuego mis soldados”, golpeando a su vez con la carabina que portaba, la cara del anciano. Los uniformados cargaron las armas y dispararon contra las personas que se encontraban en el lugar, entre ellos ancianos, mujeres y niños. Muchos de ellos salieron corriendo como LUIS JESÚS ASCANIO a quien a cien metros le disparó el soldado Parada; así lo confirmó el militar. Así mismo el Inspector de Policía Cristóbal Ropero Díaz que se encontraba en el sitio, manifestó a uno de los soldados “Présteme su fusil que yo soy de ustedes mismos, yo les ayudo a disparar”. Estos hechos dejaron como resultado, además de la muerte de Luis Jesús, seis víctimas más de la familia Ascanio: TEODORO ASCANIO de 80 años, ANTONIO ASCANIO de 70 años, los hijos de Teodoro: ANTONIO LUIS ASCANIO y ARGEMIRA ASCANIO de 50 y 35 años de edad respectivamente y sus sobrinos AGUSTÍN y ELCIDO ASCANIO. En las horas de la mañana del día siguiente, los cerdos y los perros desgarraban las carnes del cadáver de Luis Jesús en presencia de los familiares sin que los militares permitieran que estos protegieran los cuerpos. Los muertos permanecieron en el mismo lugar donde fallecieron por espacio de dos días, hasta que dieron la orden de que los enterraran.

El siguiente testimonio corresponde a uno de los miembros de la familia Ascanio, en el cual relata los vejámenes a los que fueron sometidos sus familiares, durante y después de la masacre:

La permanente victimización de la familia Ascanio

“Este si es un caso que ya a nosotros nos empieza a doler más, porque yo digo, en el caso de la primer familia, pues se murieron a tiros, los mataron. Pero, ya estos compañeros si no los asesinan, son asesinados vilmente por una patrulla del Batallón Santander directamente, y compañeros que fueron detenidos entrando a la vereda en el corregimiento de Astilleros, fueron torturados de una forma cruel, o sea todas las señas que aparecen fueron violados, despedazados y los semienterraron, o sea después del hecho pues cogen y los semientierran uno tras del otro y les quitan, por ejemplo, traían dos motos, una moto de esas la esconden y la otra se la llevan, se lo llevaron ellos, ya este hecho si siembra otro precedente grandísimo, pero muy doloroso entre nosotros porque cuando se encuentra con una persona que la mataron, o sea, se tiene como la felicidad uno de encontrar el cuerpo y darle sepultura, porque de todas maneras nos resignamos como a eso, que tenemos que nacer y tenemos que morir, pero este hecho si empieza a dañarnos otra vez”.

Posteriormente, los miembros de la patrulla del ejército encerraron a más de 200 personas en tres habitaciones pequeñas, con los cadáveres y heridos impidiendo por más de diez horas su salida. En las horas de la noche llegaron nuevos refuerzos del Batallón Santander de Ocaña, comandados por el Mayor Rodríguez, quienes abrieron la puerta de la casa, permitiendo que las mujeres y los niños salieran de las habitaciones, con las manos en alto, requisándolos a todos y manoseándoles el busto a las mujeres. A estas personas las hicieron pasar la carretera (costado derecho de la casa), despachando a las mujeres en fila con los niños de pecho, para el monte. En la casa quedaron detenidas 42 personas, entre ellas 7 menores de 12 años quienes estuvieron tres días con los muertos de la masacre de la familia Ascanio.

El testimonio de un sobreviviente de dicha masacre ilustra el sufrimiento de la familia y las acciones encaminadas por los soldados para llevar a cabo los asesinatos:

El ejército ni permitió ir al entierro

“Eran las 12 del día, me acuerdo precisamente 12 en adelante, se estaban velando los cadáveres, el hecho impactaba mucho porque eran seres muy queridos, la gente que acompañaba esto, habían aproximadamente unas 200 o 300 personas en el sitio donde estábamos velándolos. De las 12 en adelante el cabo se hizo presente con, pues se trajo casi todos los soldados de la base esa, llegan…. Ya a las 12 llegó el cabo y venía sarao, trabado, azarado, vuelto nada a pesar de que la gente que había ahí eran amigos y conocidos de él, llegó grosero, agresivo, que necesitaba una requisa, inclusive me acuerdo yo, le dice al abuelo que necesitaba los documentos de los muertos y eso a él le dolía muchísimo, entonces ya al abuelo no le gustó y dijo que no, y lo invita todavía a que lo acompañe, y no que él no había venido a acompañar, que la requisa y ahí pues de una vez el cavo sale afuera y ordena; le ordenó a los soldados que procedieran a requisar y que si no dejaban requisar que les dieran plomo porque estábamos arrechos, que la gente que estaban ahí estaban arrechos.

Estando como en esa discusión pues ya el cabo entra como en ese choque con el abuelo y le pega con la trompetilla de su fusil, lo golpea; le pegó duro por la cara con ese fusil, bueno ahí se comienza ante esa cantidad de gente, gente que estaba almorzando, donde habían ancianos, niños, toda la familia estábamos ahí, empieza a disparar a mansalva al que corriera y al que no corriera. Ya ahí es donde sucede el hecho preciso donde asesinan el resto de la familia Ascanio, entre esos cae el abuelo Antonio, su hermano, sus sobrinos.

A pesar de los muertos que quedaron afuera, la mayoría quedaron afuera, quedaron algunos heridos que después fallecieron por falta de atención, digo porque esta el caso de un abuelo, el abuelo Teodoro 70, 75 años en ese entonces. Pues claro que él no iba a vivir porque estaba perforado…. y encierran toda esta gente, le digo que el área de la casa, el saloncito donde se metió la gente apiñorada no media más de 10 metros por unos 4 metros de ancho. Allí la gente se desmayaba de sed, los muertos quedaron afuera, quedaron adentro, y allí permanecieron por el resto de la tarde casi hasta el otro día y ya le meten represión, casi todo el batallón fue al levantamiento y a hacer una lista de todo el mundo que estaba ahí, y lo más doloroso fue que el ejército no dejo asistir a los familiares a ese entierro, ninguno de nosotros pudo ir a ese entierro, no dejaron asistir a nadie, inclusive yo no volví a ver a mi padre estando ahí con él, la familia no pudo ver a sus hijos ni pudo enterrar los que estaban ahí”.

Estos hechos se sumaron a la cruenta persecución vivida por la familia Ascanio desde finales de la década del setenta en manos de las fuerzas militares, que acusando a los miembros de la familia como subversivos, dieron inició a la erradicación de todos ellos.

Seis años después, se reanudó la persecución contra esta familia. El 15 de febrero de 1987 ABRAHAM ASCANIO fue detenido por tropas militares cuando viajaba en un bus desde el municipio de Hacarí al municipio de Ocaña. Don Abraham fue conducido al Batallón Santander de Ocaña, donde fue torturado física y psicológicamente, dejándolo a punto de perder la voz y con una costilla fracturada. Cinco días después de su detención, fue puesto en libertad y le expresaron que “agradeciera que no lo mataban porque la gente que iba en el bus con él, almomento de su captura, se había dado cuenta de su detención y estaban denunciando”. Además de estos hechos, el organismo militar le estipuló presentarse cada quince días a esa unidad militar sin previo conocimiento de ninguna autoridad competente.

Durante toda la década de los noventa, la familia Ascanio siguió viviendo la persecución y represión de todos sus miembros, por parte de la Brigada Móvil No.2, especialmente, y de grupos paramilitares que desplegaron su accionar macabro ante los ojos inertes de la fuerza pública y de sus organismos de seguridad, los cuales, a través de sus gestiones de encubrimiento u omisión en las investigaciones, completaron el bastión de la larga cadena de impunidad que rodeó los crímenes contra esta familia.

El 27 de noviembre de 1990 fue detenido ilegalmente por una patrulla de policía del 4to. Distrito de Ocaña GUSTAVO ASCANIO, quien se encontraba en el corregimiento de Aspasica, municipio de La Playa, donde coordinaba un taller de Derechos Humanos, con la población. Una vez fue detenido, los militares lo torturaron y agredieron físicamente. Gustavo quedó inconsciente debido a los golpes y permaneció un mes hospitalizado. Gracias a la oportuna acción de los familiares y de las personas que presenciaron la acción de la Policía no lo pudieron desaparecer.

Año y medio más tarde, el 22 de febrero de 1992, LUIS EMEL ASCANIO TÉLLEZ, de 21 años de edad, fue desaparecido en Hacarí. Era de cabellos castaños claros ondulados y piel trigueña; al momento de su desaparición vestía overol pantalón azul, camisa de flores y zapatos color marrón.

Un año más tarde, el 22 de enero de 1993, los campesinos CARMEN ELI ASCANIO de 22 años y JAIME ALONSO ASCANIO de 11 años, ABRAHAM ASCANIO (hijo), ANA ABELINA ASCANIO, y SIETE PERSONAS más fueron torturados por tropas de la Brigada Móvil Nº 2 en la vereda Mesa Rica corregimiento La Vega de san Antonio, en en el municipio de La Playa. En esta oportunidad, los militares llegaron a la casa de los Ascanio y torturaron a Carmen Elí y Jaime Alonso. Los soldados habían estado previamente en la casa de esta familia preguntando por Abraham Ascanio, presidente de la junta de acción comunal, quien aparecía en una lista de dirigentes comunitarios que llevaban los militares. Ante la ausencia del señor Ascanio los militares amenazaron a su esposa ANA ABELINA ASCANIO BAUTISTA con retenerla si no les proporcionaba datos para encontrar a su esposo. Ese mismo día los soldados de la Brigada Móvil regresaron, esta vez para torturar física y sicológicamente a los hermanos Ascanio. Al día siguiente los militares volvieron a la casa de la familia amenazando nuevamente a la señora Ana Abelina; esta vez, insistieron en que de no aparecer Abraham Ascanio, se la llevarían a ella. El ejército permaneció los nueve días siguientes en la casa de la familia Ascanio, tiempo durante el cual sometieron a torturas sicológicas y continuas amenazas a los integrantes de la familia. A la casa llevaron varias personas retenidas y los mantenían encapuchados, entre ellos a Ramón Villegas, uno de los primeros detenidos del corregimiento de San José del Tarra, perteneciente a Hacarí y a Roque Ortiz de la Vega de San Antonio, quienes fueron reconocidos por la misma familia Ascanio. Roque Ortiz logró escapar vestido de uniformado.

El 26 de enero de 1993, tres días después de que se estableciera la tropa en el hogar de los Ascanio, otro miembro de la familia, el joven campesino LUIS ERNESTO ASCANIO ASCANIO, de 16 años de edad e hijo del presidente de la Junta de Acción Comunal Abraham Ascanio, fue detenido, torturado y posteriormente desaparecido y asesinado por militares de la Brigada Móvil Nº 2. Luis Ernesto fue desaparecido cuando se dirigía a su casa, pues volvía de una finca donde trabajaba como jornalero. Ese día, los militares encerraron en la cocina a todos los que se encontraban en la casa y no les permitieron salir. Acto seguido, los miembros de la familia escucharon gritos durante varias horas y a continuación varios disparos. A demás de asesinar al joven, los militares mantuvieron a los Ascanio incomunicados durante 10 días porque Abraham Ascanio no se encontraba allí; continuamente amenazaron a la esposa del líder comunal diciéndole que “si no llegaba su esposo, se la llevaban a ella”.

Cuando una hermana de Luis Ernesto pudo evadir el cerco militar, los vecinos le preguntaron si su hermano había llegado a la casa, ya que ellos lo vieron dirigirse hacia allá. Esta inmediatamente denunció la desaparición del joven ante la Procuraduría Provincial de Ocaña. Algunos días más tarde, el 14 de febrero de 1993, la Comisión de Investigaciones Especiales de la Procuraduría encontró su machete a 300 metros de la casa, en el lugar donde se habían ubicado los soldados.

El 21 de mayo del mismo año, las autoridades municipales, entre las que se encontraba el Juez Penal Militar Camilo Suarez, exhumaron unas fosas comunes de NN en el cementerio central de Ocaña en la que se encontraban los cuerpos de personas no identificadas supuestamente muertas en combate. En ella se hallaron unas ropas que la familia Ascanio reconoció como pertenecientes a Luis Ernesto al momento de su desaparición. Sin embargo, su cadáver jamás se identificó oficialmente.

Un mes después de la desaparición de Luis Ernesto, el 27 de febrero de 1993, el campesino y miembro activo de la Junta de Acción Comunal y del Consejo de Administración de la Cooperativa Unión Mesa Rica LTD (COOPUMA) y presidente del Comité de deportes GUSTAVO ASCANIO, fue desplazado de su parcela ubicada en la vereda de Mesa Rica, por miembros de la Brigada Móvil Nº 2. Los soldados de esta unidad rodearon la casa del señor Ascanio, forzaron las puertas y procedieron a requisar toda la vivienda. Su familia se había ido del lugar una hora antes, luego de ver cómo los soldados se acercaban a su vivienda.

La persecución contra la familia Ascanio, que en un inicio fue emprendida por las unidades militares, posteriormente fue asumida por las estructuras paramilitares. El 20 diciembre de 1994, los campesinos RAMON ELI y CARMEN EMIRO ASCANIO PEREZ, de 31 y 16 años, respectivamente, fueron asesinados por paramilitares en momentos en que se disponían a regresar al hospedaje ”La Cabaña”, en zona urbana de Ocaña. Los campesinos se encontraban en Ocaña de viaje y cuando salían de un restaurante se presentó un repentino corte de energía eléctrica. Momentos más tarde, camino al hospedaje, fueron interceptados por un grupo de hombres fuertemente armados quienes les enfocaron el rostro con una linterna y sin mediar palabra arremetieron contra Ramón propinándole 10 disparos de armas calibre 9 y 7.65 milímetros. Carmen Emiro trató de refugiarse en el sitio de hospedaje pero fue alcanzado y baleado en repetidas ocasiones. Los asesinos se movilizaban en un vehículo campero color blanco, identificado por los pobladores como uno de los que habitualmente utilizaban los paramilitares para patrullar.

Tres meses más tarde, el 7 de marzo de 1995, RAMON DAVID ASCANIO PEREZ, de 26 años, fue asesinado por paramilitares fuertemente armados en cercanías a la plaza de mercado de Ocaña. Según testigos del crimen, los responsables fueron los mismos hombres que asesinaron a Carmen Alirio López Quintero el día anterior. Ramón David era uno de los huérfanos de la masacre de 1981, en donde fue asesinada su padre, precisamente , el día del asesinato de Ramón se cumplía el 14 aniversario de su muerte. Los hechos ocurrieron en momentos en que existía en la zona una fuerte presencia militar; sin embargo los victimarios pudieron moverse por la localidad sin ningún impedimento. Además, pocos días antes había sido denunciado el accionar de grupos paramilitares, que actuaban en la región especialmente en contra de la población campesina. Algunos días después del crimen, el 22 de marzo de 1995, las tropas militares violentaron las tumbas y los restos mortales de algunos miembros de la familia Ascanio que se hallaban sepultados en el cementerio de el corregimiento de La Vega de San San Antonio del Municipio La Playa, los cuales fueron dejados después al aire libre.

A mediados de 1997 se reanudó la persecución contra la familia Ascanio. El 20 de julio de 1997, la hija de Adriano Ascanio y esposa de Ramón Torrado, ELIZABETH ASCANIO BAYONA, de 21 años; la madre de Adriano, ANA DILIA PEREZ; la esposa de Adriano y madre de Elizabeth, ANA ELIDA BAYONA; JUAN ABEL ASCANIO y JORGE ELI ASCANIO, hijos de Ramón y Elizabeth, UNA BEBE de 21 meses y UN BEBE de 12 meses de apellidos TORRADO ASCANIO; y DIEZ NIÑOS más primos entre sí de apellido ASCANIO, todos campesinos, cuyas edades oscilaban entre uno y diez años, fueron torturados y amenazados en una acción conjunta entre tropas del ejército del Batallón de Infantería Nº 15 Santander, paramilitares y algunos encapuchados, quienes a las 6:45 de la noche incursionaron en una finca en la vereda Mesa Rica corregimiento La Vega de San Antonio del municipio de La Playa , identificándose como miembros del grupo paramilitar de Ábrego y Ocaña. En total, diecisiete miembros de la familia Ascanio fueron agredidos ese día. Los victimarios preguntaron por Adriano Ascanio, reconocido dirigente comunal y activista de derechos humanos y su yerno Ramón Torrado, quienes no se hallaban en el lugar; inmediatamente comenzaron a realizar las agresiones contra los miembros de la familia allí presentes. Los hijos menores de la familia Torrado Ascanio fueron igualmente golpeados y sometidos a amenazas de degollamiento con navajas en sus cuellos. Una vez los agresores entraron a la casa de don Adriano preguntaron por este y su yerno Ramón Torrado (esposo de Elizabeth), y al no encontrarlos procedieron a ultrajar física y verbalmente a la familia de la siguiente forma: a Elizabeth la sacaron de su casa y la ultrajaron pasándole varios hombres por encima de su cuerpo; la amenazaban con una navaja, rasgándole el vestido y poniéndosela en la nuca y el cuello, amedrentándola si no decía donde estaban su papá y marido.

A la señora Ana Edilia le pegaron con la cacha de una pistola en la cabeza y le dijeron que si seguía intercediendo por sus familiares la mataban. A Ana Elida la sometieron a tratos crueles físicos y verbales, manifestándole que a su hija Elizabeth se la habían llevado y asesinado. A Juan Abel lo golpearon en la cabeza con una piedra fracturándole el cráneo, se le pararon encima y con golpes de culata y fusil lo agredieron en la ingle y la espalda. A Jorge Elí lo golpearon varias veces en la cabeza para que no intercediera por sus familiares. Los 10 niños fueron agrupados y amenazados con degollarlos colocándoles navajas en el cuello. Uno de los menores, quien se hallaba durmiendo, fue levantado por la fuerza a culatazos. Al día siguiente, cuando Elizabeth se dirigía al hospital de Ocaña, fue interceptada la ambulancia en que se transportaba por tropas del Batallón ”Santander”, quienes la sometieron a un intenso interrogatorio; allí reconoció a uno de los sujetos que un día antes había estado en su residencia. Antes de que las tropas militares y paramilitares arribaran a la Vereda Mesa Rica, acamparon en un sitio denominado Cerro Negro, en el que se hicieron pasar por guerrilleros del ELN. No obstante, según versiones de la población, parecían miembros del ejército porque tenían armamento de este y su comportamiento era igual a los del ejército.

Dos años después, en 1999, continuó la tragedia para esta familia; esta vez el turno le correspondió a don ADRIANO ASCANIO quién además de ser cabeza de familia, era uno de los líderes sobresalientes en esta comunidad, en la cual era ampliamente conocido por su apoyo a los procesos comunitarios, labor en la que trabajó como presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Mesa Rica, vicepresidente del consejo de Administración de la Cooperativa COOPUMA LTDA; presidente de la Asociación de Juntas del municipio de La Playa y fiscal de la confederación de Juntas Departamentales. Adriano fue ejecutado por un grupo paramilitar de los que operan en la región en complicidad con los distintos organismos del Estado, civiles y militares, en cumplimiento de su “deber” de conservar el establecimiento acorde con los intereses de explotación y sometimiento de la clase dirigente. Su muerte es otro de los indicios de como la historia de la familia Ascanio esta signada por el dolor y la humillación de ver perder uno a uno a cada miembro de la familia, a manos de aquellos que piensan que con la muerte se acaba la memoria y se aplaca la lucha por una vida digna.