Colombia Nunca Más
Bajo Nordeste Antioqueño
Primera Etapa 1982-1984
Capitulo VII
El 1 de agosto de 1983, un comando de 35 hombres salió de la base militar de Segovia en dos vehículos carpados: un camión de marca Ford 3.50 de propiedad de la empresa Frontino Gold Mines, la cual lo había prestado al oficial Valbuena Barriga ante la solicitud que él mismo formulara, y una camioneta de propiedad de Osear López, alias ”Relámpago”, reconocido minero amigo de los comandantes del Batallón Bombona; se internaron por la zona de Cañaveral y recorrieron la región de Manila, ubicada entre Remedios y Segovia. Tenían la orden de ”peinar la zona”. Dicho comando realizó una nueva masacre de mineros y campesinos, entre los que se encontraban ancianos y niños, algunos de ellos habían promovido la construcción de escuelas y obras de servicio público. Según el Padre Gabriel Yepes, Párroco de Remedios, se calculan entre 30 y 40 víctimas, muchas de ellas asesinadas a machete y tiradas al río Manila; otras fueron enterradas en fosas comunes.
Los campesinos y mineros fueron detenidos, torturados y asesinados con sevicia por los 35 hombres armados vestidos de ropa oscura y ponchos, pertenecientes a Unidades de Contraguerrilla del Batallón Bombona. Se pudo establecer en instancias judiciales que el Capitán Jorge Eligió Valbuena Barriga fue quien ordenó, dirigió y participó en dicha expedición, en contravía a la versión inicial de los mandos militares quienes atribuyeron la masacre a un grupo paramilitar liderado por Fidel Castaño. La impunidad que cubre esta masacre revela una vez más la táctica del terror como una política de Estado. (25) Además se logró conocer que dentro de los 35 hombres se encontraban el Capitán Francisco Rey y los paramilitares José García, Conrado Ramírez y Gilberto Antonio Correa Cano
Del dos al doce de agosto, los militares detuvieron a los campesinos, entre ellos a varias mujeres, niños y ancianos, y por medio de torturas los interrogaron sobre los movimientos de la columna IV de las FARC que hacía presencia en la zona; posteriormente los asesinaron; despedazaron algunos de los cadáveres con machete, otros fueron colgados; estos fue ron encontrados a orillas de los ríos Manila y Tamar y en fosas comunes. Varias de las víctimas de esta atroz masacre eran militantes del MOIR, otros líderes de las Ligas Campesinas y del Partido Comunista.
”Los criminales llevaban una lista con los nombres de los mineros y campesinos que mataron. Cuando los buscaban (el 8 de agosto) se encontraron con la anciana María Zuleta de Castrillón, de 67 años, a quien le dividieron la cabeza hasta la boca de un machetazo y con Zoila Alvarez de Agudelo, líder comunal de 54 años quien toda la vida se había dedicado a buscar oro y era alegre y caritativa como aseguran los que fueron sus compañeros cuando barequiaba en ¡a finca ”Las Pavas”, que extraen oro con sistema comunitario para evitar matanzas como la de agosto pasado. A Zoila la ahorcaron el mismo día que a María Zuleta, con una cuerda de nylon jalada por dos hombres desde los extremos, rematándola de un machetazo. Sin compasión y cuando el niño Dumar Alexander, de 10 años, que había visto asesinar a su abuelita y que era experto en sacar oro de los socavones imposibles para los adultos como su hermano Iván Darío, también eliminado ese día, gritaba horrorizado, su voz fue silenciada por un hachazo de los criminales, (sic) (…)
”El doce de agosto, antes que mi esposo saliera de la finca con el niño, desobedeciendo la orden de los asesinos que le dijeron
Al parecer el niño trató de defender a su papá… fue tirado a la fosa con las manos atadas. Como el niño gritaba cuando macheteaban a su papá le dieron tres peinillazos en la cabeza. (…) Los asesinos que ocultaban su identidad dentro de unos ponchos y otros pintados su cara de ne gro, fueron dejando huellas de sangre y de desolación desde el 4 de agosto, dos días después de entrar a la selva, hasta el 13 del mismo mes cuando salieron al amanecer y montaron en un camión que los esperaba cerca ai puente del río Bagre.” (26)
El Relato de uno de los sobrevivientes, ilustra la macabra acción de los militares y paramilitares:
”El jueves 4 de agosto, por la mañana, Esmar Agudelo madrugó a asear el motor de 16 caballos con el que bombeaban agua todos los días para la mina. Por la tarde fue a reparar el motor de unos vecinos, que estaba fallando.
A las seis de la tarde, cuando volvía, vio salir de la montaña a unos tipos que nadie conocía.
‘Cayeron graneados. Iban con ponchos y sombreros blancos. Solamente uno iba de vestido azul’, dice. Unos minutos más tarde, los tipos llegaron al rancho de Alveiro Franco. Allí vivía Agudelo con sus amigos. Era una edificación de madera y paja que les servía para no mojarse, para hacer la comida y para dormir.
‘Traían machetes nuevos, ‘fusiles y granadas’, dice Esmar Agudelo. ‘El de azul un tipo indio, de bozo, de unos 35 años llevaba una pistola y una puñaleta muy grandes… ese fue el verdugo…’. Uno de ellos entró al rancho y cogió dos escopetas que Agudelo y sus amigos usaban para cazar animales. Una era de fisto y la otra una número.
Agudelo dice que los hombres se mostraron muy formales, los saludaron y les preguntaron por el
trabajo. Esa semana, la gente de la mina había logrado sacar solamente tres castellanos de oro. Habían alcanzado para comprar las provisiones.
La cosa empezó a cambiar cuando uno de ellos los encañonó y los obligó a todos a entrar al rancho. Les pidieron los papeles de identificación. Les preguntaron si eran solteros o casados. Les preguntaron de dónde venían, cada cuánto salían a Segovia… Afuera se quedaron seis hombres vigilando. De pronto, Efraín Higuita les pidió permiso para salir a prender el fogón porque ya era hora de hacer la comida. Ellos dijeron que no y aseguraron que, en cosa de minutos, iban a dejarlos libres…
‘Nos sacaron encañonados a todos cuenta Esmar.’ Eran dos tipos para cada uno de nosotros. Nos hicieron parar a diez y quince metros de distancia el uno del otro. Nos dijeron que íbamos a conversar. Pero, de un momento a otro, uno de los que me llevaba a mí me hizo tirar al suelo y le pidió un lazo al compañero para amarrarme. ”Yo me di cuenta que me iban a matar’, agrega, ‘y le dije: por qué me van a matar, hombre?. Ellos no contestaron nada. Entonces yo les dije: si me van a matar, no me amarren. Péguenme mejor un tiro. A los hombres no se los mata amarrados.’
En ese instante, Efraín gritó que a él ya lo habían amarrado. Efraín suplicaba que no lo fueran a matar, mientras ellos acababan de amarrarlo.
”A mí me amarraron de una estaca que no me subía al hombro” dice Agudelo. ‘Me taparon la cara con una camiseta de algodón, que me había regalado un minero que se había ido. La camiseta ya estaba muy usada y yo podía ver a través de ella casi todo lo que estaba pasando. Uno de los tipos dijo: comandante, ya está listo. Y entonces el hombre de bozo, vestido de azul se vino. Yo ya había oído cuando le pegaron los machetazos a Efraín. No le dieron tiempo de gritar más. Le mocharon la cabeza.’
‘El tipo se vino derecho para donde mí y me pegó un peinillazo en la nuca. Después me pegó otros dos, uno en cada hombro. Yo alcancé a ver por la camiseta cuando se agachó para sacar la puñaleta. Me metió tres puñala das en el pecho… después, yo oí que ellos se rieron cuando él dijo: voy a dañarle la jeta a este hijueputa. Sentí el peinillazo en la boca y me desmayé:
‘Después me sentí desmadejado y vi que los dos tipos empezaban a soltarme. Uno se quedó encañonándome, ahí. Yo ni siquiera respiraba. Me agarró a patadas. Otro me esculcó los bolsillos. Pero no me destaparon la cara. Cuando se alejaron por ahí unos diez metros, yo respiré. No sé si me movió qué, porque uno de ellos dijo: ese hijo de perra todavía se mueve. El tipo de bozo dijo: denle más puñaladas a ese H.P.’
‘Sentí que alguien se vino y me tocó y oí cuando dijo: no, no hay necesidad, ya se murió. Después se entraron para el rancho y sacaron las palas y los picos. Se pusieron a hacer un hueco en la tierra, cerquita al rancho. Al rato oí cuando dijeron: traigan al primero…’
‘Entonces caí en la cuenta de que todavía estaba vivo. Alcé como pude la cabeza y vi que ya nadie me estaba mirando. No sé cómo me paré y arranqué a correr. Pero no era capaz de guardar el equilibrio. La cabeza me podía. Se me iba para los lados. Me caí como tres veces. Hasta que cogí un poquito de equilibrio y logré meterme a la montaña.’
En la montaña, Esmar logró seguir caminando, apoyándose en los árboles. Ya estaba oscureciendo. Y, aunque el aire le faltaba a cada trecho, teniéndose de los árboles logró subir una pequeña cordillera. Después, bajó a una quebrada. ‘Tenía demasiada sed’ dice Esmar. ‘A mi me habían dicho que a los muertos les daba sed antes de morirse. Yo pensé que me iba a morir. Tomé agua, pero me hizo muy mal efecto. Me dio mucho vómito…’
A las siete de la noche escuchó un tiro de escopeta. Entonces pensó que Chucho había matado la guagua que andaba persiguiendo desde las cin co de la tarde. El tiro sonó cerca, pero él no era capaz de pararse. En ese momento, anheló poder llegar hasta el sitio donde su amigo recogía la guagua, para avisarle del peligro que corría.
Veinte minutos después, oyó otro disparo, esta vez de pistola, y un grito. Entonces supo que los hombres habían matado también a Chucho. (…)
A las ocho de la mañana, todavía sangrando y arrastrándose, Esmar Agudelo encontró un camino. Como ya había sol, se dio cuenta que era el mismo camino de Barbascalito, donde ese día él y sus amigos habían quedado de encontrarse con un arriero para ir a mercar.
Después de dar unos pasos, vio unas huellas de botas ‘La Macha’, sobre la tierra. Eran huellas de por lo menos veinte hombres y tenían la marca de las mismas botas que usaban los desconocidos que catorce horas antes lo habían ‘matado’ a él.
‘Vi que era bobada tratar de seguir caminando’ dice ‘me tiré a un lado del camino y me acosté entre una bamba, una especie de cuevita que había entre las raíces de un árbol. A los diez o quince minutos pasó el arriero. Yo lo llamé, porque sentía que era él. Se asustó mucho cuando me vio tan ensangrentado y hasta se puso a regañarme por haberme tirado allí.’
Dicho arriero lo auxilió y le ayudó a continuar avanzando en medio de la montaña. Caminó con él toda el día. Llegaron a una casa a las siete de la noche. Allí, le quitaron la camisa y le lavaron la sangre. En la casa, Esmar tomó aguadepanela y caldo de pollo. Sólo hasta el ama necer pudo conciliar el sueño.
Por la mañana, lograron mon tarlo en una bestia ensillada; por el camino encontraron muchos mineros que volvían de Segovia. Cuando escuchaban el relato de los arrieros, los mineros optaban todos por devolverse. De este modo, se armó una procesión que llegó a la carretera a la una de tarde.
A las tres, en el hospital de Segovia, un médico empezó a coser las heridas que casi le habían arrancado la cabeza. El domingo, muchos mineros llegaron al hospital preguntando por los muertos. También llegó la Policía de Segovia. El lunes, a las 6:30 de la mañana, un helicóptero aterrizó en las afueras del hospital. Una hora después Esmar era bajado del aparato, todavía vivo, en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. (27)
No se sabe a ciencia cierta cuántos fueron los asesinados, solo se logró establecer los nombres de:
• Efrain Higuita, 40 años, dirigente de la Liga Campesina
• Jesús Restrepo Montano, 38 años
• Jesús Emilio Zea Palacio, 40 años, dirigente de la Liga Campesina
• Julio Cesar Velez Rúa, 22 años
• Esmar Agudelo, herido de gravedad con machete
• Juan o Jesús Jaramillo Bedoya
• Saulo Pablo Vergara Montes, 34 años
• Juan Calderón Zuleta, 22 años
• Angelmiro Rojas, conocido como ”La Pisca”, 60 años
• Narciso Calderón Zuleta, 20 años
• Pedro Gaviria, conocido como ”Tigrillo”, 40 años
• Zoila R. Alvarez De Agudelo, 54 años, líder comunal, madre de Reina del Socorro y Jader Luis
• Reina del Socorro Agudelo Alvarez, 28 años, hija de Zoila y hermana de Jader Luis
• Jader Luis Agudelo Alvarez, 18 años, hijo de Zoila y hermano de Reina del Socorro
• Ivan Darío Castrillon Zuleta, 27 años, hermano de Elcónides de Jesús y Dumar Alexander
• Elcónides de Jesús Castrillon Zuleta, 16 años, hermano de Iván Darío y Dumar Alexander
• Dumar Alexander Castrillon Zuleta, 10 años, hermano de Iván Darío y Elcónides de Jesús
• María Zuleta De Castrillon, 67 años
• José Porfirio Suarez, 34 años
• José Porfirio Suarez, 10 años, hijo del anterior
• Luis Eduardo Pino Madrid, 31 años
• Duran Palacio, 12 años