LA MASACRE DE LAS BANANERAS

Hace ochenta años se dio fin a la hegemonía conservadora, se inicio la vida política de Jorge Eliécer Gaitán, se alzo el mayor movimiento obrero jamás visto en Colombia y el gobierno masacró a cientos de personas. Todo sucedió una tarde en la estación de tren de Ciénaga.

Por María Paula Martínez
Diciembre 2008
http://www.olvidocero.com/numerosanteriores/numerodos/colombia/bananeras.html

Nadie pudo imaginar los efectos que producirían los hechos del 6 de diciembre de 1928 para la historia del país. Aquella tarde en la estación marcó el inicio de una nueva etapa, el principio del fin de los conservadores en el poder y un antecedente para las luchas obreras, el partido comunista y las ideas contra el imperialismo y la explotación. Sin embargo, la conocida Masacre de las Bananeras parece olvidada por la memoria colectiva y la historia aún se debate por aclarar las cifras y los hechos.

¿Cuántos conformaban la multitud?¿Cuantos campesinos murieron a disparos de soldados? Se dice que eran treinta mil los obreros o campesinos que entraron en huelga. A Ciénega llegaron cientos de ellos y esa noche habían en la plaza por lo menos mil, esperando al gobernador que nunca llegó. Al respecto, el gobierno del entonces presidente Miguel Abadía Méndez reconoció ocho muertos e insistió en pasar la página y distraer la atención en otros asuntos.

No era una docena los manifestantes que esperaban respuesta. Eran cientos los interesados en escuchar la contestación del gobierno a una situación de opresión de trabajadores, perpetuada desde hacia tres décadas. Los miembros de la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena estallaron en huelga el 12 de noviembre de 1928, cuando la United Fruit Company rechazó sus demandas de mejor salario, descanso dominical y atención médica. La compañía norteamericana llevaba treinta años operando en un país sin legislación laboral y ello le permitía ampararse en un sistema de subcontratos con el que explotaba a los campesinos y con el que deliberadamente hacia caso omiso a las demandas.

Pasado casi un mes de huelga, corrió el rumor que finalmente el gobernador daría respuesta a los trabajadores en un reunión en la estación de tren. Cientos de huelguistas habían sido detenidos por sabotaje al ferrocarril y el general Carlos Cortés Vargas, recién nombrado comandante militar de la zona bananera ya había llegado a Ciénaga para intentar controlar la situación ya bastante alborotada. Aquella noche se declaró estado sitio, hubo orden de disolver toda reunión mayor de tres individuos, y a la una y media de la madrugada se dio un plazo de cinco minutos a la multitud para retirarse, antes de tomar acciones violentas.

Justicia y compromiso

Según el historiador colombiano Mauricio Archila Neira “En todos estos relatos la realidad ha sido moldeada por cada protagonista atendiendo a sus motivaciones. Es una forma de ficción, distinta, eso sí, de la literaria. No es lo mismo hablar de ”masacre” que de ”sucesos” de las bananeras, como asépticamente los designó Cortés Vargas. Pero los intereses políticos no han desaparecido con el paso de los años. Aún hay quienes quieren dejar estos eventos en el cajón del olvido. La masacre de las bananeras no era parte de la llamada ‘historia oficial’ que nos enseñaron a muchas generaciones de colombianos y que hoy, por fortuna, está cuestionada”.

Es un episodio que habla sobre explotación campesina, condiciones laborales paupérrimas, violencia por parte del estado e impunidad. Como dijo Winston Churchill “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. En Colombia es poca la capacidad de recuerdo y de reacción frente a situaciones socialmente injustas. La guerra ha logrado seducir al punto de convertir la sociedad en cómplice. La indeferencia es tan perjudicial como el olvido, y es aquello que separa al pueblo de conocer su realidad, aprender de ella y pensar en el porvenir.

Seguramente jamás se podrá establecer el número real de víctimas, pero si se debe reconocer que aquel día murieron trabajadores indefensos a causa de una respuesta errónea, innecesaria y totalmente desmesurada del gobierno. En “Cien años de soledad” Gabo exageró el número a tres mil y enseño a muchos que ese día no murieron ocho, sino muchos campesinos.

El número exacto será incierto, pero el compromiso de justicia siempre seguirá vigente. Como dijo Gaitán en sus declaraciones sobre la causa de las revoluciones: “Un 20 de julio en nuestra vetusta Calle Real, un florero dio motivo para que se desarrollara la más grande de las revoluciones en Hispanoamérica. Pensáis por ventura que fue aquel florero la causa? Era que en el subconsciente de las multitudes laboraba y se acumulaba toda la tiranía del poder opresor ….No creáis, pues, en la tranquilidad de la martirizada gente de la zona bananera. No ha estallado ante los enormes crímenes de que fue víctima, pero en su psicología se ha acumulado toda la acerva enseñanza y nadie puede convencernos, si no hay justicia plena, que en este caso se quiebren las leyes inmutables de la psicología de los pueblos. Luego vuestra responsabilidad es grande”.