Testimonio de Rodrigo Ceballos Guzmán, hermano del docente desaparecido y asesinado Julio Ernesto Ceballos Guzmán.
TIRÁNDOLE LIBROS A LAS BALAS
Memoria de la violencia antisindical contra los educadores de Adida, 1978-2008
Investigación realizada por la Escuela Nacional Sindical (ENS) y la Asociación de Institutores de Antioquia (ADIDA)
Medellín, 2011
Julio Ernesto Ceballos Guzmán, oriundo del municipio de San Rafael, se desempeñaba como profesor de educación física en la institución educativa San Rafael. Tenía 33 años, hacía parte de una familia de 8 hermanos: 5 hombres y 3 mujeres. De los hombres sólo viven 2.
Julio Ernesto fue desparecido el 12 de octubre de 2001, hecho que también provocó el desplazamiento de su familia. 17 meses después su cadáver fue encontrado en una fosa común en zona rural de San Rafael, en el paraje La Granja, al borde de la represa.
Le gustaba el deporte, pertenecía a una junta de ciclismo, que conformó con el doctor Germán Osorio en Medellín. Sacaron varios ciclistas de acá del pueblo. De joven él también participó en esas clásicas de la libertad, tuvo varios trofeos. Luego se vinculó al magisterio, y simultáneamente cursó tecnología en Educación Física en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid. Le faltaban dos meses para graduarse cuando lo desaparecieron.
Julio Ernesto estaba afiliado al sindicato de Adida. Era muy activo, era un líder, sobre todo en el deporte, el ciclismo, que era lo que le gustaba, su hobby. Formó aquí una escuelita de ciclismo para niños y jóvenes. Él batallaba por la juventud, decía que el niño o el joven que hacía deporte evitaba los vicios. Tenía servitas, mechitas de bicicletas y se las prestaba a los que no contaban con una. Actualmente el que lleva ese grupito Lucho Quintero, un compañero de él que trabaja en el municipio como tecnólogo del acueducto. Está haciendo un semillero y está llevando a niños a participar en esas clásicas a Medellín.
A él lo sacaron de la casa en horas de la tarde. Según dicen, vino gente forastera por él. Lo llamaron para una reunión, de ahí no se supo más nada de su paradero, hasta que lo encontraron en la fosa. Por ese tiempo aquí operaban los paramilitares, se le atribuyó a ellos, pero no hubo denuncias porque toda la familia fue amenazada, a nosotros nos tocó irnos.
…Todo cambió. Tenerse que ir uno del pueblo donde ha nacido ha sido levantada, con tanta familia. Mis hijos fueron ocho, él era el que vivía con nosotros. Nosotros en medio de ese dolor, del sufrimiento de dejar un hijo acá perdido. Porque venimos a volver aquí cuando ya lo encontraron. De resto no volvimos, por una parte por la angustia, y por otra parte por el miedo que a uno le daba. Duele dejar su pueblo tan querido, todas las amistades, para irse a vivir a una ciudad donde uno no tiene conocidos ni nadie. A mí me tocó sufrir mucho, horrible y todavía me siento por allá aburrida, son recuerdos muy dolorosos…23
Todavía no hemos superado la muerte de Julio Ernesto. Perdimos el negocio con todo: muebles y enseres, la casa, todo. Ahora estamos bregando, buscando la forma de subsistir, en estos momentos estoy desempleado, no tenemos negocio. Lo dejamos tirado por miedo a represalias, nos fuimos por miedo de la noche a la mañana. No dio tiempo ni de recoger platas que nos deben. La gente del campo hace mucho crédito, y todo eso lo perdimos.
Nosotros nos desplazamos hacia la Dorada. Acostumbrarse a esa región después de vivir toda la vida en San Rafael es muy difícil, nunca nos adaptamos, es una región muy caliente, y los arriendos carísimos; llegar de forasteros a que todo el mundo te mire. ¿Quién sabe de dónde vendrá, serán infiltrados?, dirán. Es muy incomodo. Yo me regresé al pueblo y mis padres se quedaron. Y cuando llegué lo que encontré fue tristeza: la casa y la finquita caída, el negocio desaparecido, es muy duro.
…Volver aquí es lo que más queremos, al pueblo de nosotros, donde uno tiene su gente, donde te conocen, donde has vivido toda tu vida, donde criaste a tus hijos…24
San Rafael ha cambiado mucho. Antes, durante ese tiempo de la violencia fuerte, en el día aparecían cuatro o cinco muertos por ahí. Era horrible. Existían dos grupos: paramilitares y guerrilla, por eso era tan peligroso este pueblo. El blanco era la población civil, nunca se atacaban entre ellos, los que pagábamos los platos rotos éramos nosotros. Hoy las cosas han cambiado mucho, queremos empezar nuevamente. En este momento estamos organizando la casa y la finquita para que mis padres vuelvan, hay pastaje y animales de cría. Poco a poco iremos recuperando todo.
23. Testimonio de Doña Julia Guzmán de Ceballos, madre del docente.
24. Ibíd