Testimonio de la docente Beatriz Loaiza, hermana del docente desaparecido Iván Loaiza Murillo.
TIRÁNDOLE LIBROS A LAS BALAS
Memoria de la violencia antisindical contra los educadores de Adida, 1978-2008
Investigación realizada por la Escuela Nacional Sindical (ENS) y la Asociación de Institutores de Antioquia (ADIDA)
Medellín, 2011
Iván Alonso Loaiza Murillo, oriundo de San Carlos y padre de una hija, fue desaparecido el 29 de junio de 2002 en la vereda Las Camelias, de este mismo municipio. Se desempeñaba como docente en esta vereda, donde además era un líder que luchaba por las necesidades de la comunidad. Antes de llegar a San Carlos había trabajado en una escuela de Samaná Norte, corregimiento de San Carlos.
Iván era buen hermano, buen tío, era un alcahueta con las sobrinas. Vivía muy pendiente de todos y en especial de mamá. Ella prácticamente le manejaba el sueldo. Él le decía: mamá, yo en el campo no necesito nada porque allá la gente me da todo. Yo sé que era buen vecino y buen maestro. Los niños, hoy ya grandes, lo recuerdan mucho.
Dentro del trabajo social que Iván hacía, gestionó con el alcalde de turno unos materiales de construcción, y en vacaciones le construyeron la casa a una familia pobre de la comunidad, que tenía tres niños en la escuela y su casita de bareque ya estaba muy caída. Mi hermano era un líder, se revelaba contra las injusticias sociales. Él gestionaba mucho en la alcaldía jornales de trabajo para aquellas personas que lo necesitaban. En las fiestas de los niños les gestionaba regalos, ya fuera con la administración, con personas que tenían una situación económica más solvente o con el comercio, pero conseguía los regalos para los niños. Cuando estuvo en el Jordán ayudó para levantarles la casita a varias familias, lo cual repitió en la vereda donde trabajaba. También colaboraba mucho con el restaurante escolar, con la acción comunal en el arreglo de las vías, señalando los caminos. Era un líder en todo el sentido de la palabra. Disfrutaba de la vida, el campo, su trabajo, su comunidad, todo.
El proyecto principal de mi hermano era su hija, que saliera adelante, que estudiara y fuera una persona de bien. A él ni lo dejaron recibir el diploma de licenciado. 20 días después antes de que lo desaparecieran fue la ceremonia de grados de su carrera en Educación Física, Recreación y Deporte. Fue un momento no sólo difícil la para la familia, sino también para sus compañeros de la carrera. Ese día en vez de risas y alegría fue una ceremonia de llanto. El Politécnico ni siquiera entregó el diploma. Creo que a veces hasta el deseo de muchas cosas también desaparece con él.
Mi hermano trabajaba en una zona de control paramilitar y fue trasladado a la vereda Las Camelias, que hacía parte de la zona considerada de la guerrilla. Siempre vimos esto como un problema. Salir de una zona paramilitar y llegar a una zona guerrillera nos pareció siempre a los maestros un problema, pero él se sentía muy seguro, pues no tenía relación con ningún grupo.
Cuentan las niñas que cuando Iván estaba en la escuela llegaron tres hombres. Ninguno de los integrantes de la vereda supo a qué grupo pertenecían, solo que ellos llegaron y estuvieron ese día en la escuela. Él salió y les pregunto qué querían, ellos le dijeron que nada, que siguiera la clase, que ellos estaban por ahí. Al terminar sus clase ese día y en horas de la tarde se fue con las niñas para la casa, allá amaneció. Al otro día venía para la escuela con las niñas cuando los hombres lo abordaron en el camino. Mi hermano les dijo a las niñas que lo esperaran en una piedrita que había más abajo, que él las alcanzaba. Pero nunca llegó, él nunca más volvió. Yo trabajaba en una escuela cerca a esa zona, y puedo dar fe que ese mismo martes que él desapareció bajó el ejército, no puedo decir que directamente de esa escuela, pero si a esa zona, por un camino que llega directamente a San Rafael. Extrañamente también bajaron paramilitares, no en las mismas horas, pero sí bajaron, y se suponía que esa era una zona guerrillera. Entonces nosotros quedamos muy confundidos, a quién podríamos responsabilizar del hecho, a quién exactamente.
Nosotros lo denunciamos ante la personería, pero no hubo nada especial. Sólo hasta hace seis meses que empezó en San Carlos el programa de justicia y paz pusimos el caso de mi hermano en sus manos. A nosotros no nos interesó hacer esta denuncia por recibir dineros, que es lo que le interesa a mucha gente. A nosotros lo que nos interesa es que nos den respuestas.
La desaparición de mi hermano Iván es como si hubieran secuestrado a toda la familia. En la casa mi papá y mi mamá todo el tiempo están enfermos, ellos se van yendo muy despacio, en especial mamá. Ella es una persona que sabe que Iván no va a volver, pero realmente en su corazón espera que vuelva. A mi papá, por su parte, le han dado tres isquemias muy fuertes. Ellos sueñan con encontrar a su hijo, o por lo menos saber de él antes de morir, eso es lo que nos dicen. Nosotros no hemos podido elaborar un duelo. En la casa todos los eventos son en familia y él siempre está presente. Una desaparición es horrible, al no haber un cuerpo uno no sabe si durante una eucaristía pide por su cuerpo, o pide por su alma, o pide por los dos.
En la familia todo cambió. Las fiestas que hacemos en la casa son sin música, porque a papá y mamá le duele ver a ocho hermanos y faltar el otro. En la casa las navidades son un abrazo, un beso y estar juntos. Eso genera mucho dolor porque saben que cuando estamos juntos falta uno. A veces uno quisiera que faltaran dos o tres, para que no se hiciera tan dura la ausencia de uno solo. Aunque la familia ha crecido, los nuevos sobrinos han aprendido a extrañar al tío porque siempre se les habla de él.
La sociedad perdió una persona honesta, luchadora, que le gustaba acercarse donde estaba lo problemático, vivirlo y luego mostrarlo directamente a quienes estaban en capacidad de solucionarlo, y eso no lo hacemos nosotros. El Estado soluciona conflictos desde afuera, él no, él iba y tocaba las puertas y siempre alcanzaba a hacer algo. Él para los niños conseguía sudaderas, camisetas, se metía a ayudar a armar la casa, pegar el cemento, lo que fuera, ahí estaba él.
Aquí en San Carlos la situación era muy difícil. En esa época nosotros los maestros teníamos que bajar a rendirle cuentas al grupo, éramos obligados a ir, lo mismo que los empleados del hospital, los de la alcaldía, y delante de la policía, de todo el mundo, teníamos que ir a rendir informes allá, por el tiempo que quisieran y las veces que quisieran. Fue cuando pusieron a mucha gente de San Carlos a pagarles vacunas, la gente recibía el sueldo y tenía que ir a entregarles las vacunas a los paramilitares.
En mi escuela nos acusaban de tener dizque guerrilleros, y yo siempre les contestaba: ellos no son guerrilleros, son niños que solo desean estudiar y los papás los llevan. Allá ningún papá dice este es mi hijo y yo soy un guerrillero. Nosotros allá recibimos niños, no guerrilleros como ustedes dicen.
Aquí en San Carlos fueron cuatro maestros asesinados y al Estado no le importó. Aquí hubo dos personas desaparecidas. Una fue una mamá que dejó muchos hijos y que a estas alturas el Estado nunca ha tenido una respuesta clara. La otra fue mi hermano. Lo que sí duele es que le callen la boca al pueblo con dinero, eso es lo que hace el Estado. Le doy 14 millones de pesos, una casa y la gente se calla. Mi familia no es así, nosotros lo que quisiéramos es encontrar una respuesta de dónde está él.
Yo he sido sindicalista, en ese tiempo nos callaron. Nosotros no pudimos volver a pronunciarnos frente a las cosas, no se podía protestar, los maestros no podíamos hacer paros y desde ahí es que viene el temor. En San Carlos no hay un paro ya, los maestros son muertos de miedo para hacer un paro porque nos coartaron, y con la presencia de los paramilitares era peor. La orden era que nosotros no podíamos hacer paros, éramos sindicalmente hablando una fuerza callada, que nos dolía pero hasta ahí nos llegaba. No podíamos volcar esa rabia frente a esta situación porque estábamos amenazados todos.
A esa gente no le gustaba que el maestro fuera más allá de ser maestro, porque cuando un maestro empieza a mostrar la realidad ya no les gusta, eso genera muchos conflictos, amenazas. Yo creo que el maestro tiene más posibilidades de pelear, tiene más razones para justificar muchas cosas, muchas injusticias. Las comunidades tenían que ponerse del lado de los grupos armados, así fuera obligados. No podían ni siquiera salir al pueblo. Si un campesino venía y llevaba el mercado, entonces aquí lo mataban porque le estaba cargando el mercado al grupo del otro lado. Yo digo que se ensañan en el maestro porque él es capaz de enfrentar esas situaciones, de explicar con razones el porqué de tanta injusticia, por decir la verdad. Entonces mejor lo callan porque eso no les conviene.
Estas historias hay que contarlas, es obligación del mismo Estado contarlas para que no se repitan, para que el hombre, el niño que se está educando hoy entienda que no es con las armas que se logran los ideales. Con las armas se logra el poder, pero no se alcanzan los sueños de un país; con las armas se logra callar a la gente, pero el corazón del hombre no se logra encontrar. Esto tiene que ser mostrado ante el mundo y sobre todo a estos pueblos. Aquí hubo muchos asesinatos y desapariciones, tantos que San Carlos no tiene una estadística real de los desaparecidos. Es que en San Carlos mataban y tiraban al río, no sabemos cuántos se llevó el río.
Yo sé que si Iván estuviera con nosotros, mi mamá y mi papá estuvieran muy bien. Ellos todos los días extrañan a su hijo, el mayor dolor de nosotros es eso. Sé que él estuviera en el campo y en las veredas más lejanas, trabajando de maestro. Estoy segura que si él viviera había logrado alcanzar el sueño que tenía, que era estar con los sindicalistas aquí en San Carlos.
Colombia y San Carlos perdieron una persona maravillosa que podía haber educado mucho a la gente del campo, porque una cosa es hacer y otra cosa es educar. Sé que él lo hubiera logrado en la gestión y en la realización de proyectos, lo cual le gustaba mucho.
Nosotros conservamos todavía todos los libros que él dejó, los cuadernos, las cartas que le mandaba a su hija. Iván coleccionaba álbumes, figuras. Nosotros conservamos todo eso. A él le gustaba pescar, amanecer en las fincas, conservamos sus cosas. Es que él aún sigue con nosotros. Aquí en San Carlos hay un mural en el parque, hay una fuente con unas placas en cristal donde están grabados los nombres de muchos desaparecidos, entre ellos el suyo.