Carta para un amigo que se fue sin despedirse.
Héctor Castro Portillo
hecapor@yahoo.com.mx
Junio 2008
www.nodo50.org/…/memoria/gm_orlando_claro.htm
Estabas, Nando, tomando el aire fresco aquélla tarde de junio de hace ya seis años, cuando el angel de la muerte te cercó los pasos. Te levantaste de cualquier manera de la mecedora de fibras de plástico donde minutos antes te habias sentado. Dejaste caer el café que tomabas bajo la sombra del almendro que tus propias manos plantaron años antes. Pero fue en vano, pues una bala ya había alcanzado tu humanidad. Corriste, sin embargo, algunos pasos, algunos metros más, buscando asilo en la casa de al lado, pues estabas de espaldas a la tuya. El pánico fue absoluto cuando descubriste la puerta cerrada. Entonces, tu verdugo hizo el resto. Sobreviviste, no obstante, unos minutos, una hora quizás. El tiempo suficiente para arreglar cuentas con el mundo. Te pregunto, ahora, en qué pensabas, Nando? Acaso en la época en que fungías de lider estudiantil en el Camposerrano ?, en tu militancia política en A Luchar ?, en tu asociación de desempleados a quienes enseñaste a reivindicar el derecho al trabajo ?, en el Movimiento de Acción Comunitaria ?, en el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio?, en el máster de filosofía que se iba como agua entre los dedos ?. O tal vez, en tu familia, en tus muy pequeños hijos y en tus amigos?.
Pudiera decirse que regresaste del mundo directo hacia la muerte. Apenas quince días antes eras una cifra entre la inmensa masa de los desplazados internos por la violencia política. Una década extirpado de tu terruño, de los amigos, de los tuyos. Volviste atraído por la fuerza de gravedad de los lazos humanos, cuidadosamente tejidos, de una vida corta pero fecunda. En esa lucha entre la nostalgia y el miedo, la primera se impuso. Te dijiste y nos dijiste que todo iría bien ; te mentías y nos mentías como queriendo exorcisar el peligro que se cernía sobre tu sombra desde hacía varios años. Los que decretaron que no eras persona grata en el pueblo no habian derogado el decreto, pero de algun modo te convencieron de lo contrario. De modo que hiciste maletas dispuesto a recuperar tu plaza de profesor de historia y filosofía. Quince, solo quince dias bastaron para comprender que tus sueños se estrellarían contra el muro. Pero ya era tarde.
Recuerdo que muchas veces concordamos en que un hipotetico retorno a la tierra del algodón y los morrocoyes sería un hara-kiri completo, un salto al abismo. Te puse varios ejemplos, y tú mismo me citaste los tuyos. En los tiempos que corren, un perseguido político no sobrevive al intento de retornar a su tierra de donde le han desplazado. Es curioso, (doloroso debería decir) constatar que en tu caso la historia se repite a pesar de saberla de antemano.
Pueblo querido, pueblo maldito aquel que te vió nacer y que te vió morir. Pueblecito a la vez de tus amores y de tu desgracia. No quisiera tener que volver allí sino para imaginar por un momento que tomamos una cerveza con Alfredo Gutiérrez de fondo, oyendo los Tiempos de la cometa, con Nelson y Joseíto, en el barcito de siempre. O para sombrear en las ceibas centenarias del Bosque del Agüil escapando al rigor de los cuarenta grados, mientras especulamos sobre utopías y el hombre nuevo, y la justicia y la igualdad, y otras tantas candideces que, por cierto, siguen siendo válidas.
Válidas te digo muy a pesar de que oigo decir con insistencia que no es tiempo de utopías, especialmente desde que subió el que ahora nos gobierna, solo dos meses después de tu viaje a la historia. El tipo piensa acabar con todos aquellos como tú. No sirven, dice, porque se oponen al progreso. Y lo está haciendo con esmerada eficacia. Los reportes de derechos humanos nos hablan de más de 500 sindicalistas asesinados en los años del dueño del Ubérrimo. Los desplazados son ya tres millones nos dicen las Naciones Unidas. Los « paras » se reinsertaron solo para devenir inmediatamente después « Aguilas Negras ». Y continúan haciendo lo único que les han enseñado a hacer : pillar y matar. Qué bello país, ah, Nando ! « Que bello país este país de ustedes ! ». Esto mismo es lo que le dijo al teniente de policía, el viejo del cuento de Sánchez Juliao, « No me lleves al hospital en canoa, papá », recuerdas ?.
Pero no quiero abrumarte con derivas existencialistas. Lo tuyo no era Niescht ni Sartre. Un optimista sin remedio como tú prefiere a Marx, Gramsci o al Ché. Siendo así, te tengo buenas noticias. En nuestro vecindario, por el norte y por el sur, soplan vientos nuevos. Un militar revolucionario, mestizo él, transforma Venezuela; un economista de izquierda combate las causas de la pobreza en Ecuador; un indígena se enfrenta a las castas locales y transnacionales y rescata la dignidad de los pueblos autóctonos en Bolivia; un socialista inaugura el primer gobierno de izquierda en Uruguay; un trabajador metalúrgico intenta reenderezar el camino en Brasil, y el eterno FSLN reconquista la dulce Nicaragüita. Ah, casi se me olvidaba, un curita de los nuestros fue elegido presidente en Paraguay. Y las cosas parecen ir bien en Argentina.
Nando quisiera terminar transmitiéndote los saludos afectuosos de tus compañeros de siempre, de los que aún te sobreviven. Ellos quieren que sepas que siguen sembrando la utopía en la esperanza de recoger la cosecha un dia de estos. Trabajan y luchan y se cuidan de tomar el café a la sombra del almendro en la puerta de la casa. Cuestión de complicarle la tarea al verdugo.
Un abrazo y hasta siempre,
Héctor Castro Portillo
hecapor@yahoo.com.mx
Junio 2008