La Hora
Ipiales
17 de julio de 2006
http://ipiales.blogspot.com/2006/07/ipiales-del-16-al-31-de-julio-2006.html
Ninguno de los familiares de las personas que murieron en los enfrentamientos pudo reclamar el cuerpo de sus seres queridos, pese a encontrarse en avanzado estado de descomposición.
Con un tapabocas que aislaba el fétido olor y con una mirada humedecida por las lágrimas, el señor Segundo Paguay permaneció ayer durante todo el día en las afueras del cementerio de Ipiales.
Adentro, once cadáveres en avanzado estado de descomposición, entre ellos el de su hijo mayor, eran analizados por los funcionarios de la Fiscalía, bajo un estricto cerco de seguridad que conformaron los soldados para impedir el ingreso de familiares y de periodistas.
Estos once cadáveres fueron los primeros que lograron ser evacuados de la población de Cumbas, en plena línea fronteriza, donde los combates entre la guerrilla y el Ejército, según fuentes oficiales, dejaron hasta ayer un total de 21 muertos.
Sin embargo, el señor Segundo Paguay, al igual que el señor Miguel Valenzuela, quien también permaneció en las afueras del cementerio durante todo el día con un tapabocas, tienen pruebas veraces para demostrar que sus hijos no pertenecían a la guerrilla, sino que murieron como víctimas inocentes en medio del fuego cruzado o quizás, como les han asegurado a ellos varios testigos, fueron asesinados a sangre fría por uniformados de uno de los dos bandos enfrentados.
Eran civiles
El hijo del señor Rosero Paguay, un hombre de 39 años llamado Campo Alirio, se desempeñaba como chofer de la ambulancia de una entidad de salud del municipio de Cumbal. El lunes 10 de julio, en horas de la madrugada, salió en la ambulancia hacia la población de Cumbas, junto con Nestor Arsencio, hijo del señor Miguel Valenzuela y quien hasta hace poco había ocupado cargos públicos de mucha importancia regional como la Secretaría de Gobierno de Cumbal y la Gobernación Indígena de la Comunidad del Gran Cumbal.
Los dos, según indicaron ayer sus padres, tenían la misión de contactar a un cabecilla guerrillero de la columna móvil Mariscal Sucre de las FARC, por orden de la gerencia de la entidad de salud a la cual estaban vinculados. La razón por la que establecerían este contacto es desconocida. No obstante, según explicaron fuentes extra oficiales, la presencia de guerrilleros en esta zona es tan fuerte que las acciones sociales como brigadas de salud deben realizarse con su previo permiso.
Un día después de estar en Cumbas, el martes 18 de julio, los dos aparecieron asesinados en un potrero. Aún no hay una versión contundente acerca del modo cómo murieron, pero los combates entre la guerrilla y el Ejército ya se habían iniciado.
Descomposición total
El Fiscal encargado de realizar los análisis de identificación explicó, al salir del cementerio, que los cadáveres por cumplir más de ocho días en constante descomposición estaban irreconocibles, tanto así que algunos ya habían perdido hasta la piel de sus huellas digitales.
Por lo tanto pidió a los familiares que buscaran las cartas dentales de los muertos. “En última instancia procederemos a identificar a los cadáveres por pruebas de ADN”, dijo el Fiscal.
Al atardecer, los señores Rosero Paguay y Miguel Valenzuela abandonaron el cementerio con la esperanza de encontrar en algún laboratorio odontológico las cartas dentales de sus hijos para que se los devuelvan. Para ellos, la mortificación de no poder enterrar a sus muertos aún no finaliza.