BERNARDO JARAMILLO – “POR LA VIDA, HASTA LA VIDA MISMA”

Bernardo Jaramillo Ossa Nació en Manizales y tenía 35 años de edad cuando un sicario le propinó cuatro disparos mientras ingresaba al puente aéreo en Bogotá. Conocía de cerca la muerte, pues había llegado a la capital del país procedente de Urabá, donde se desempeñaba como abogado asesor del Sindicato de Trabajadores del Banano, luego de múltiples amenazas contra su vida y de acudir a los sepelios de más de veinte compañeros.

Pero no había escape. Para la fecha de su muerte había reemplazado dentro de la UP a su amigo Jaime Pardo Leal, ex candidato presidencial asesinado el 11 de octubre de 1987.

Los violentos habían asesinado además a los parlamentarios Pedro Nel Jiménez, Pedro Luis Valencia, Leonardo Posada y Octavio Vargas. Un año antes de su muerte, el 3 de marzo de 1989, había caído José Antequera, líder del comité nacional de la UP, en un atentado que casi le cuesta la vida al hoy ex presidente Ernesto Samper.

En Antioquia también habían sido asesinados el diputado Gabriel Jaime Santamaría y la alcaldesa de Apartadó, Diana Cardona Saldarriaga.

De acuerdo con un informe de la Organización de Estados Americanos (OEA), la Oficina del Alto Comisionado para los derechos humanos en el país caracterizó la actividad política colombiana como de un alto grado de intolerancia frente a los partidos y movimientos de oposición. Según la OEA, el caso más elocuente de la violencia contra partidos políticos alternativos, fue el de la UP.

Actualmente, el Gobierno colombiano y los familiares de las víctimas de la UP adelantan un proceso de ‘solución amistosa’ del caso, que fue presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA como un genocidio. La causa fue admitida el 12 de marzo de 1997 como un ‘caso colectivo’ y un año después, el Estado reconoció su responsabilidad.

La ‘solución amistosa’ incluye el esclarecimiento del exterminio, el castigo a los respsables, la reparación a las víctimas o familiares y la restitución política de la UP, bajo la condición de que los sobrevivientes sean protegidos.

Visión política

Bernardo Jaramillo Ossa coqueteó en la política de la misma forma como lo hizo con las mujeres: de frente. Y en ambos casos tuvo éxito por su franqueza. Quienes lo conocieron, catalogaron a este manizalita como un social demócrata del siglo XXI, insertado en una época en que el comunismo colombiano continuaba con las tendencias de una izquierda marcadas por la ortodoxia soviética. ”Tuvo la capacidad de apartarse del comunismo cerrero, de las ideas soviéticas y plantear una democratización social, con equidad, sin abolir la propiedad privada y con transformaciones concertadas. Y esa es una idea que actualmente tiene mucha fuerza en Colombia”, comentó León Valencia, politólogo e intelectual de izquierda.

Esas ideas, allegadas más a Mijail Gorbachov y su Perestroika: (”No podemos seguir pensando que nada cambia. Parece más bien que los que no cambiamos somos nosotros”), que a Marx o Lenin (”la dictadura del proletariado ha fracasado rotundamente”), le valieron en su momento la expulsión del Partido Comunista. Sin embargo, así como en la certeza de morir, este abogado de bigote poblado, pelo crespo y sonrisa amplia, pareció acertar, hace 16 años, en lo que sería la degradación del conflicto armado en el país, el fortalecimiento del paramilitarismo en Colombia y el giro equivocado de unas Farc sin rumbo ni horizonte político.

”Estamos en una guerra que no va a ganar nadie”, ”ni el secuestro ni la extorsión son un mecanismo de lucha política ni aquí ni en ningún país de América Latina”, ”la UP no necesita de las Farc”, y frases similares, se convirtieron en una condena directa a esa lucha armada que consideraba inútil, pues estaba seguro de que ”la paz se hace con democracia”.

Al tiempo que hacía estas afirmaciones, denunciaba el crecimiento alarmante de grupos paramilitares, financiados con dinero del narcotráfico y que no dudaba en calificar como ”delincuentes comunes”.

”El gobierno debe hacer caer todo el peso de la justicia no sólo sobre quienes operan las armas, sino sobre quienes los apadrinan y protegen. La sociedad, va a encontrar, hilando, que en la cúspide del paramilitarismo hay grandes empresarios y personajes de la vida nacional”, señaló Ossa en una entrevista citada por María Jimena Dussán en su libro ”Crónicas que matan”.

No dudaba en afirmar que sólo una negociación política solucionaba el conflicto para siempre. Sin embargo, a su juicio, los procesos de paz no podían quedarse en la desmovilización y dejación de armas, sino que debían ir más allá, para evitar que se repitiera el exterminio de la UP.

”Hacía política con una alegría, un desenfado y una fogosidad enorme. Y aún así no le quitaba un milímetro a la vida bohemia”, dijo Valencia.

¡ Venga esa mano país !

tomado de

El Colombiano , Colprensa