ANIBAL TASCÓN, UN HÉROE CHAMÍ

Por: Zahira López
Jueves 02 de Junio de 2011
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La escuela María Josefa Calderón era una casa grande de madera, con un corredor amplio y el techo con teja de barro; Allí Luís Anibal Tascón González aprendió a leer y a escribir en español con la misma profesora que lleva el nombre de esta escuela, quien llegó a la comunidad Embera Chamí de Cristianía, ubicada en el suroeste antioqueño, con el presbítero Ezequiel Pérez.

Anibal Tascón había nacido en noviembre de 1926 en Karmatarrúa, antiguo nombre Embera de Cristianía que significa tierra de pringamoza. Sus padres, Guillermo Tascón Tamanís y María Cenona González, trabajaban duro para que su muchacho estudiara. Vivían con sus siete hijos en un tambo construido con madera. Anibal acompañaba a su papá a buscar leña, que en ese entonces la organizaban en astillas pequeñas y la vendían en los pueblos de Andes o Jardín, así como las hojas de biao (tordúa) por paquetes de a doce, atadas con guasca de plátano; también iba a traer barro y a coger café, con el fin de ayudarse a pagar sus estudios. Todos los días el niño hacía el viaje a pie hasta la Escuela Modelo de Andes, que quedaba a media hora de su casa; a veces se le ampollaban sus piecitos del cansancio.

En 1949, recibió el título de bachiller por el Liceo Juan de Dios Uribe, de Andes. Al año siguiente ingresó a la facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia a estudiar Derecho y Ciencias Políticas. Tenía 24 años cuando llegó a Medellín a vivir con una familia de apellido Arellanos. Era un muchacho intrépido, de baja estatura, ojos rasgados, piel morena y cabello rizado. Su sobrina Gloria Elena Tamanís Tascón, era una niña cuando le preguntó a Alicia Tascón: “Mamá, ¿y ustedes por qué son tan crespos? Ella me contaba que la mamá de mi abuela, siendo joven, quedó en embarazo de un muchacho no indígena (capunía), entonces por ahí llegó el mestizaje y mis tíos eran crespos”.

El doctor José Aguilar, quien fue su compañero en la facultad, lo recuerda como un hombre retraído y sus compañeros creían que era de temperamento agresivo: “Un profesor, el doctor Ceballos Uribe, lo regañó porque estaba hablando con otro compañero, ‘¡Tascón, no se me vaya!’. Él siguió, entonces el profesor dijo, ‘Anibal es un sinvergüenza, me miró y se fue’. Tascón salió volado del salón. No llegué a conversar con él, pero lo saludaba: Anibal, ¿cómo amaneciste?, y él respondía, ah, yo bien cuñaíto ¿y vos?”.

En Medellín no tuvo una residencia fija, vivió en varias casas de familia mientras estudiaba. Cuenta el doctor Jaime Aguilar que los estudiantes de derecho en esa época, se ponían cachaco y Anibal no se ponía, era el único indígena estudiando, después de medicina, la carrera más prestigiosa de la Universidad de Antioquia, derecho. Se refería a esta universidad como: “Una institución que yo adoro entrañablemente, tengo un cariño profundo por esta Universidad, que ha inculcado en las mentes humanas algo de saber, para servir a los demás”. Aunque quiso ser médico no pasó a la facultad de medicina, pero la de Derecho le dio el título de abogado en el año 54, cuando egresó.

En un camino político, encuentra el amor

Anibal Tascón estaba en Betania con varios abogados de Andes en una concentración política. Gabriela Gallego, una muchacha bonita de ese pueblo del suroeste, entró al salón porque su papá era concejal. Anibal estaba hablando y fijó su mirada en esa mujer. Ella lo escuchaba y le gustaba su alocución. “Apenas terminó, vino y se sentó al lao mío. Se me presentó. Conversamos y me dijo que nos fuéramos a dar una vuelta al parque, entonces yo salí con él. Cuando se iba a volver para Andes, me dejó el nombre y el apellido y que si me podía mandar una cartica, y yo le dije que sí”, recuerda Gabriela que en ese entonces iba cumplir 20 años. A los ocho días Anibal le envió la carta. Al poco tiempo se fue para otro pueblo a trabajar como Juez, pero cuando podía se iba para Betania a visitar a Gabriela y así duraron seis años. Gabriela se cansó de esperarlo y le dijo que terminaran. Él le llevó una serenata ese día y a los ocho, le envió una carta diciéndole que si quería seguir con él, le avisara. Ella no le respondió. Anibal volvió a Betania para pedirla en matrimonio y se casaron un 31 de diciembre en Andes. Tuvieron cuatro hijos: Dilia, Omaira, Jairo y Anibal.

Gabriela Gallego apoyó a su esposo cuando tuvo el deseo de la recuperación del territorio de sus hermanos indígenas. Comenzó a llevar a Gabriela a Cristianía, para que lo acompañara en las reuniones.

Eulalia Yagarí, hoy diputada de la Asamblea de Antioquia, tenía 14 años y se acuerda cuando vio por primera vez a Anibal Tascón hablándole a la comunidad. Un día cualquiera Eulalia levantó la mano para hablar. Le dieron la palabra: “Cuando hablé, pronuncié como 4 ó 5 palabras, toda la fuerza se me fue escurriendo del pecho para abajo y me fui cayéndome sin valor. Me acuerdo que Anibal me levantó de un brazo y otro indígena me levantó del otro y me dijeron: ‘¡Poder, poder, usté sí puede hablar. Usté va a ser una gran líder, se le ve en los ojos y en la forma de mirar, ya empezó el primer pino de hablar, no importa que se haya caído, le vamos a dar la facultad para siga hablando. Vuelva a hablar’. Y me levantaron de los dos brazos”.

La reconquista del territorio

En la escritura Nº 977 del 13 de noviembre de 1874, en la cual el señor Gabriel Echeverri donó los terrenos que ahora corresponden a los Chamí, figuraron como beneficiarios directos los indígenas: Felix Tascón, Florentina Tocamá, Ambrosio Yagarí, Petronila Tocamá, entre otros treinta y cuatro. Para 1917, cuando llegó la iglesia a cambiar la cultura e imponer la educación, muchosjaibanás quemaron su bastón, la gente se tenía que bautizar, casarse y confesarse con un cura. Decían que había que cristianizar el territorio, así Karmatarrúa se llamó Cristianía.

Anibal sentía un gran afecto por Karmatarrúa y supo que esa tierra había sido usurpada a los indígenas a principios del siglo XX, como bien lo relata su sobrino Alejandro Tascón, en el: Esbozo histórico y lucha de los Embera Chamí de Cristianía. Los movimientos de recuperación de territorios en el Cauca impulsaron el de Cristianía en Antioquia. Fue difícil organizar la institución indígena porque un alguacil de Jardín era quien gobernaba las relaciones entre los Chamí. En el año 76 se retomó el cabildo como forma de gobierno y Emeregildo Tascón fue el primer gobernador. En 1978, Anibal Tascón encontró en una notaría de Jericó el documento que, firmado por el hacendado Gabriel Echeverri, comprobaba que esas tierras eran de los indígenas. Roque Roldán y Enrique Sánchez, abogados de la División de Titulación de Tierras del Incora, fueron a Cristianía y encontraron que la comunidad sólo tenía 140 hectáreas —70 productivas y 70 improductivas— en las que vivían 900 personas y 125 familias. Entonces el Incora dictó una resolución expropiando alrededor de diez haciendas cafeteras ubicadas en el territorio que pertenecía a los Chamí. Tres años después, el 9 de julio de 1980, hombres, mujeres y niños, desesperados sin respuesta, quitaron el cerco de la hacienda más cercana, la de Libardo Escobar. Empezaron a sembrar café y plátano hasta que el 15 de julio entraron veinte policías a sacarlos a golpes y garrote. Varios indígenas fueron encarcelados y su compañero, el doctor Anibal Tascón, les asistió para sacarlos de prisión.

Un presentimiento

Anibal sabía que estaba peleando con gente muy poderosa. “Yo no soy serpiente para esconderme debajo de las piedras”, decía. Un miércoles llegó a la casa de su cuñada, Flor María Yagarí, casada con su hermano Fernando Tascón, y comentó que ya estaban ofreciendo 100 mil pesos por su cabeza. Insistía que estaba dispuesto a entregar su vida por la comunidad. Le dijo a su hermano Fernando: “yo estoy tan aburrido, tengo un presentimiento que me va a pasar algo muy pronto”. Su hermano le preguntó qué sentía, y él le respondió: “ya he soñado que me van a matar”.

El 9 de abril de 1981, Anibal salió para el juzgado penal de Jardín a hacer algunas diligencias con respecto a la muerte Mario González Yagarí, asesinado el primero marzo de ese año. A su regreso se montó en un taxi en el que iba un hombre que detuvo el carro en el puente Pizano. Allí sacó un revólver y le disparó tres tiros en la cara. “Yo estaba en la casa cuando bajó un señor, me tocó la puerta y me dijo: doña Gabriela, acabaron de matar al doctor Tascón. Me fui con mi hijo Jairo y eso allá estaba lleno de carros, de indígenas que habían subido por la carretera para ir hasta el hospital”, recuerda Gabriela Gallego.

Jairo Tascón tenía 10 años cuando su mamá lo tomó de la maño para buscar el cadáver de su padre. Llegaron al hospital de Jardín, que estaba lleno de gente, y no los dejaban entrar. “Yo empecé a darle golpes a la puerta y una enfermera dejó que entráramos mi mamá y yo. Nos cuadraron en una sala de espera y le dije a mi mamá que fuéramos a buscar a mi papá. Lo encontramos. Tenían la puerta abierta de la sala de necropsia. Entramos y de allá no nos sacó nadie. Nos tocó presenciar toda la necropsia”, relata Jairo quien jamás olvidará la sangre cuando abrían la cabeza y el abdomen de su padre.

El gobierno nacional había proclamado ese 1981, Año del Indígena y ocurrió la muerte de Anibal Tascón, como un trágico golpe para la comunidad. En vez de debilitar el proceso de recuperación, lo fortaleció. Más gente se unió. El grupo se dividió en dos, uno de día y otro de noche para avanzar trabajando la tierra. El líder Pablo Guasarabe se ponía a tocar y los niños a danzar su música, y mientras los policías veían eso, los mayores se iban a romper potrero. Pero ya no fue necesario porque al año siguiente se les devolvieron 211 Héctareas que pertenecían legalmente a los Chamí de Karmatarrúa.