Por Álvaro Olaya Peláez
Médico Salubrista
… Fue tenaz en sus proyectos, emprendedor de luchas quijotescas convencido de que hacía lo correcto aunque las fuerzas dominantes de la sociedad intentaron demostrarle por diversos medios que sus ideales no tenían cabida en una patria que aún espera su consolidación como un estado social pleno de derechos y libertades. Sus convicciones políticas y los sueños de justicia y bienestar fueron los nutrientes de su empecinada actitud de frente a la realidad, sin concesiones ni renuncias, como lo hacen los jóvenes que asumen proyectos de vida preñados de ideales y de sueños…
… Su profesión de médico le permitió ampliar el panorama y comprender la magnitud de una crítica situación que en este país y en aquellos tiempos (en estos también) ha prevalecido. En cada paciente que atendió durante su práctica profesional -siempre desde el sector público-, tuvo la capacidad de ver en las personas, más allá de las dolencias del cuerpo, unas enfermedades quizás más graves y difíciles de curar: la iniquidad, la pobreza, el aplazamiento indefinido de las aspiraciones afectivas y culturales y la miopía de un Estado más preocupado por la supervivencia de su aparato gubernamental que por el cumplimiento de sus fines fundamentales…
… En su actividad política fue en donde se hizo más visible su capacidad de lucha. No es fácil ser comunista en una sociedad que no lee ni aplica los derechos fundamentales de libertad política y libertad de expresión. Con una vinculación ideológica fundada más en convicciones que en oportunismos, salió a la plaza pública, trabajó con sectores marginados, difundió consignas y, lo más importante, construyó caminos para la apertura democrática… A Pedro Luis lo mataron, pero no lo acallaron. Su legado queda y en nosotros está el deber de portar sus estandartes, sus enseñanzas, sus sueños.