José Domingo Solano León fue detenido y torturado durante siete días en las dependencias de la V Brigada en Bucaramanga. Su detención ocurrió en el barrio José Antonio Galán, situado en la zona industrial de la capital -uno de los sectores más humildes y de escasos recursos de la ciudad- en desarrollo de un operativo de la V Brigada donde se allanaron irregularmente varias viviendas, hubo destrozos por los militares, y se detuvo al señor ALFONSO ANGARITA MARTINEZ, quien también fue torturado durante 7 días en las instalaciones de la unidad militar mencionada. Una vez en la cárcel, José Domingo denunció ante la opinión pública los hechos:
“El día 14 de septiembre de 1989 fui detenido por miembros de esta unidad militar en un barrio de Bucaramanga.
Siendo las 5:15 a..m., llegaron los miembros de la V Brigada y sin identificarse procedieron a derribar la puerta de mi casa, motivo por el cual salió mi compañera a abrirla. Al entrar dichos señores vestidos de negro, y vociferando palabras soeces, procedieron a sacarme de mi cuarto, donde yo me encontraba con mi hija de dos años y mi compañera. Uno de ellos gritó “ESE ES”; inmediatamente me esposaron y me golpearon, mientras que otro me agarro por el cabello y me arrastró hasta la calle. Acto seguido, uno de ellos me arrojo un puñado de tierra en la boca, al mismo tiempo que me introducían el cañón del fusil. Inmediatamente empezaron a colocarme choques eléctricos con un aparato que llevaban, y me golpearon en toda la cara; de allí fui conducido a un automóvil blanco en el cual se encontraba un fotógrafo y un coronel al cual le decían “MI CORONEL DARIO”. Acto seguido tomaron algunas fotos y me introdujeron dentro del carro. Allí un Policía Militar me hizo tender en el piso del carro, y me colocó un pie sobre la garganta, mientras al mismo tiempo me puso el cañón del fusil en la cabeza, diciéndome: no se mueva o se muere”. Luego de darme varias vueltas en la ciudad, me introdujeron en las instalaciones de la V Brigada.
Enseguida, al bajarme del carro, uno de ellos manifestó: “entreguémoselo a gorra o al señor Darío”. Allí me metieron dentro de un cuarto cubierto por icopor, y comenzaron el interrogatorio en el que hacían preguntas que yo desconocía; como les decía que no sabía nada de lo que me preguntaban comenzaron a golpearme y a colocarme choques eléctricos. Así me mantuvieron todo el día haciéndome esas preguntas… que yo era guerrillero, que en mi casa tenía armas y explosivos… como a las 5:00 de la tarde me sacaron de aquel sitio y me llevaron a un calabozo en donde todas sus paredes estaban cubiertas por púas de cemento.
Allí empezaron a entrar una serie de individuos con el mismo interrogatorio y a golpearme; además seguían colocándome choques eléctricos mientras se burlaban y decían: “tenemos siete días para hacerte cantar, diga lo que usted sabe y no le haremos nada”. Como a las diez de la noche entró otro sujeto y me vendó, luego me sacó de donde permanecía, y me condujo a otro sitio en donde dijo que allí tenían a mi compañera y a mi hija; que si no contaba lo que yo sabía las iban a torturar y a llevar para la cárcel. Además hacían gritar una mujer y llorar una niña diciendo que eran ellas; que dijera todo lo que sabía y que no les hacían nada. Como no les dije se enfurecieron y dijeron que no merecía vivir, que me iban a matar, procediendo a colocarme armas en la cabeza; las hacían disparar. Aquel resto de noche me dejaron de pie y sin dormir.
15 de septiembre (viernes)
En la mañana me golpearon nuevamente diciendo que me iba a escapar. Como a las 9:10 de la mañana llego el señor “Darío”, a quien le decían “MI CORONEL”, y pregunto: “en donde están los prisioneros”, y uno de los que me golpeaba dijo: “ahí MI CORONEL”; y aquel dijo: “rápido, alístelos que viene el Procurador”. Inmediatamente me quitaron las esposas, me colocaron la camisa y me trajeron los zapatos para que me los colocara, diciéndome que dijera que ya me habían dado desayuno. Yo había pasado por aquel día sin comer ni beber; además mi garganta estaba toda inflamada a causa de los golpes, lo mismo que mi cara. Como a los diez minutos llegó el Procurador, y me preguntó: ¿usted es el señor Solano?, yo le contesté que sí, y él dijo soy el Procurador. Acto seguido se dirigió a donde estaba el otro compañero detenido y le pregunto lo mismo; luego salió y dijo: “los señores militares tienen siete días para que definan su situación jurídica; bien los ponen en libertad o ante un juez”.
De allí en adelante comenzaron las torturas más fuertes. Luego que salió el Procurador me quitaron la ropa, me
llevaron hasta un patio, me colocaron contra una pared, diciendo que me iban a fusilar. Allí me dejaron el resto de día al rayo de sol, y a cada rato un tipo iba a golpearme. Luego de hacerlo me hacía las mismas preguntas, a las cuales yo respondía que no sabía lo que me estaban preguntando. Ya en la tarde me llevaron para el calabozo donde me habían mantenido, y procedieron a golpearme entre varios sujetos colocándome choques eléctricos en los oídos y el resto del cuerpo. Aquella noche tampoco me dejaron dormir, manteniéndome todo el tiempo de pie y con las manos arriba.
16 de septiembre (sábado)
En la mañana me llevaron un poco de agua-chocolate con un pan y me dijeron que desayunara; solamente tome algunos sorbos del agua porque mi garganta seguía hinchada, y no podía pasar casi nada, además tenía una fiebre terrible así como un gran escalofrío. Como a las 10:30 a..m. llegaron unos tipos y me vendaron, me sacaron para un sitio en el cual me despojaron de mi ropa. Me amarraron las manos a la espalda. Acto seguido uno de ellos me amarró una toalla en la boca y nariz. Procedieron a tirarme al piso y comenzaron a echarme agua en la cara para ahogarme, mientras que otro de ellos me daba patadas en el estomago, se paraba encima de mi y saltaba para dejarme sin aire. No sé cuánto tiempo paso, pero cuando estuve a punto de perder el sentido, uno de ellos dijo: “se está muriendo pero vamos a revivirle” y procedió a colocarme corriente eléctrica en todo el cuerpo. De allí, casi sin sentido, me transportaron y me botaron al calabozo nuevamente, y me dejaron de pie con las manos en alto. Ya en la tarde de aquel día, llegó un tipo con anteojos oscuros, y empezó a puyarme todo el cuerpo con una jeringa. Me dijo que si a las 12 de la noche no decía todo lo que yo sabía, me iban a dar un paseo. Así me mantuvieron el resto de la noche con las manos en alto y de pie; a cada rato llegaban tipos diferentes que me hacían las mismas preguntas y a puyarme el cuerpo.
17 de septiembre (domingo)
Me mantuvieron nuevamente con las manos arriba, y al rayo de sol, con las manos esposadas. Sentía un gran dolor en todo mi cuerpo; estuve a punto de desmayarme cuando nuevamente comenzaron a golpearme y a colocarme choques eléctricos. Así paso el día. Ya en la tarde, tenía mucha fiebre y escalofrío; me dejaron de pie con los brazos en alto. Como a las nueve de la noche llegó un tipo de esos en estado de embriaguez y manifestó: “a los H.P que no han dicho nada vamos a ver…”, y empezó a golpearme en todo el cuerpo, y creí que había partido mi espalda. Al cabo de cerca de dos horas de golpes, llegó otro tipo y discutió con él y le dijo que porque me estaba golpeando, que él no tenía nada ni orden para hacer eso; todo esto enfureció al torturador que se fue para otro sitio a golpear otros detenidos que se hallaban en otros calabozos. En la noche seguí con las manos en alto, con mucha fiebre y escalofríos.
18 de septiembre (lunes)
El lunes en la mañana sentía todo mi cuerpo resquebrajado, mis piernas hinchadas y todo el resto. Al rato entró el “Coronel” al cual le decían Darío y me dijo: “tiene cara de muerto, diga lo que sabe y le mando a traer una cama; le damos comida”. Yo no contesté nada porque mi garganta estaba totalmente inflamada y se me dificultaba respirar. En la tarde llegó otro tipo y nuevamente me golpeo, y empezó a colocarme un aparato con varias agujas en todas mis coyunturas, el cual producía corriente. Al chocar en mis coyunturas producía un dolor terrible. En la noche me sacaron y me llevaron a un sitio oscuro en donde dijeron que me quitarían los dedos de las manos y después empezarían por el resto, mientras hacían sonar armas y objetos como machetes y hachas… empezaron a contar uno, dos, tres, y así sucesivamente. Como vieron que no les decía nada manifestaron nuevamente que si quería a mi mamá, a mi esposa, dijera lo que sabía pues ellas estaban cerca. Repentinamente comenzó a pedir auxilio una mujer y a llorar un niño. Enfurecidos porque no respondía nada, me golpearon y me llevaron nuevamente para el calabozo, y allí seguí de pie sin poder dormir ni siquiera recostado un minuto.
19 de septiembre (martes)
En la mañana llegó un tipo y me dijo que hablará a las buenas, porque ya estaban cansados de tratarme a las buenas; que era mejor que hablara porque ellos ya sabían todo, golpeándome para obligarme a decir cosas para que las grabaran en una grabadora que llevaba un tipo de esos. Como no decía nada uno de ellos dijo: “te vamos a amarrar los explosivos que tenías en la casa, y te vamos a hacer bailar en pedazos…”; y me insultaban. En la tarde volvieron a colocarme corriente y a puyarme el cuerpo con agujas. Alguno de esos me manifestó: “estás muy enfermo”, al mirar que yo temblaba por el escalofrío y la fiebre que tenía, de lo que se burlaban. Decía: “en la noche te traemos un médico”. Como a las 8 p.m. de aquel día llevaron una colchoneta toda sucia con un olor muy fétido, ordenándome que me sentara. Yo me tiré en ella porque llevaba cinco noches y seis días de pie y sin dormir. Después me entregaron una ropa que mi familia me mandó; allí sentado me mantuve esa noche aunque no me dejaron tampoco dormir porque a cada rato pasaba un tipo que me hacía parar varias veces seguidas.
20 de septiembre (miércoles)
En la mañana llegó el tipo al que le decían “Mi Coronel Darío” y dijo: “bueno, cabrones, como no dijeron nada se van para la Modelo para que se pudran allá”; dio la orden de que nos sacaran y nos bañaran. Luego del baño, nos cambiaron de ropa; nos llevaron un documento en el cual constaba que nos habían dado buen trato para que lo firmáramos. Allí había un poco de sujetos junto a mí. A todos nos dijeron: “pero están bien… ya están buenos para darles cianuro y meterles dinamita por el trasero”, y se burlaron de nosotros. Después en las horas de la tarde nos llevaron al juzgado y de ahí nos trajeron a la Cárcel Modelo donde nos encontramos actualmente.
FUENTE: Comunicado a la Opinión Pública. Cárcel Modelo, Bucaramanga, octubre 25 de 1989.