El 9 de enero de 1999, un grupo de Carlos Castaño incursionó en la región. Se calcula que en el bajo Putumayo habría unos 3.000 muertos de este grupo armado. Se han encontrado 533 cuerpos en fosas.
JINETH BEDOYA LIMA
ENVIADA ESPECIAL DE EL TIEMPO
PUTUMAYO
8 de enero de 2009
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4746440
La sonrisa irónica y estruendosa de ‘El Blanco’ todavía retumba en los oídos de los sobrevivientes de El Tigre, en La Hormiga (Putumayo). El paramilitar, un paisa enviado por Carlos Castaño desde Urabá para ”poner orden y acabar con los colaboradores de las Farc”, gozó con cada campesino degollado, según los testimonios.
La noche del 9 de enero de 1999 solo se menciona en el caserío para llorar a los muertos. Cuando se recuerda la masacre paramilitar, los pobladores quedan sumidos en un silencio profundo y cuando logran toman aire, la resumen en una frase: ”parecía el fin del mundo”.
Diez años después del terrorífico paso de 150 hombres de Carlos Castaño, que fueron coordinados por Carlos Mario Díaz, ‘Macaco’ (aunque él todavía no lo admite), EL TIEMPO recorrió la zona que desde esa fecha y hasta hace menos de dos años, se convirtió en un escenario de muerte constante.
Doña Zulia Vásquez, una de las habitantes de la inspección policial que se salvó de milagro, cree que entre los más de 500 cuerpos que encontró la Fiscalía en el 2007 están los de su marido y su hijo mayor.
El del menor sabe que no lo recuperará porque uno de los ‘paras’, que estaba fumando (ella cree que marihuana), le clavó un puñal en el cuello para que no gritara y luego de abrirle el vientre con un machete, lo votó al río Guamuez.
”A mí me tocó acabar de criar a cuatro muchachos con el temor de que en cualquier momento iban a venir por ellos”, agrega doña Zulia.
Y cuatro años más tarde regresaron por uno de ellos, pero esta vez fueron los hombres del frente 48 de las Farc.
”Tenían que completar una cuota de 50 muchachos para llevarlos a la frontera con Ecuador y como si no fuera poco lo que ya había pasado en el 99, se me llevaron al pelado más joven. Me les arrodillé y les supliqué que tuvieran compasión por una víctima de los ‘paras’ y lo único que respondieron es que estábamos en guerra”, añade en medio de un llanto incesante.
La masacre del 9 de enero fue la entrada ‘triunfal’ y definitiva de los paramilitares a la región. Aunque desde 1984 hacían presencia grupos de justicia privada que cuidaban los laboratorios del cartel de Medellín, solo a finales de 1997 se volvieron a sentir pasos de animal gigante cuando empezaron a aparecer volantes y avisos pegados de los postes, anunciando que a ”los colaboradores de la guerrilla los iban a dejar con la lengua de corbata”.
A finales del 98, las Farc demarcaron territorio y advirtieron que no iba a quedar nada cuando pasaran por las casas donde estaban los asentamientos ‘paras’, pero se les adelantaron.
Carlos Castaño, entonces jefe nacional de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), mandó a uno de sus mejores hombres, ‘El Blanco’, y con la ayuda de ‘Rafa Putumayo’, jefe militar del Frente sur Putumayo y ‘Asprilla’, arrasaron con El Tigre y varios caseríos de La Hormiga.
”Esos malditos se dieron una semana de ‘faena’ y nadie vino a ayudarnos. Tuvimos que enterrar nuestros muertos como pudimos”, señala Mariela Buriticá, quien vio entre los cuerpos exhumados por el CTI de una fosa, la camisa que tenía su novio esa noche.
Los sobrevivientes recuerdan que el balance oficial de la incursión fue de 26 muertos y 14 desaparecidos. Las extraoficiales pasan de 300 degollados y descuartizados perdidos en el río y en fosas comunes.
En mayo del 2007, la Fiscalía pareció darles la razón, cuando en medio del proceso de Justicia y Paz, fueron encontrados 533 cuerpos de cerca de 3.000, que según el fiscal general, Mario Iguarán, habría en el bajo Putumayo.
De todos esos cuerpos, solo habían sido identificados 13 mediante muestras de ADN.
La zona, que lleva a la frontera con Ecuador, sigue siendo actualmente territorio de disputa entre Fuerza Pública, Farc y algunos paramilitares que se desmovilizaron y regresaron con el nombre de Águilas Negras.
Para algunos pobladores son los antiguos hombres de ‘Macaco’, quien según ellos sigue haciendo presencia y controlando parte del negocio de la droga a través de sus tentáculos.
Después de la desmovilización
Pese a los estrictos controles militares, en el ambiente aún se respira cierta presencia extraña en Putumayo.
Aunque muchos no lo admiten, los hombres de civil que están en el parque de Puerto Asís, frente a la empresa de transportes o los que hasta hace poco vigilaban discretamente las oficinas de DMG, son jóvenes y hombres maduros que militaron en el Frente o bloque sur del Putumayo.
Aunque en poblaciones como La Hormiga, Yarumo, El Tigre, Tesalia y La Dorada, la gente asegura tener paz porque ya no hay masacres ni incursiones de la guerrilla, lo cierto es que ‘alguien’ sigue teniendo control sobre los cultivos que aún subsisten. Y lo claro es que no solo es el frente 48 de las Farc.
”Decir que los ‘paras’ se fueron del todo es mentir. Ahora están organizados diferente, se llaman diferente y actúan diferente”, admite un transportador.
Para las autoridades esto es imposible. Solo hay presencia, según el Ejército y la Policía, de una banda emergente.
Sin embargo, para poder acceder a una de las veredas de La Hormiga, un joven de civil y con un radio, es el que da la autorización. No están armados, pero tampoco son policías encubiertos.
La gente se acostumbró a convivir con los que hasta hace dos años y medio fueron sus verdugos. ”Y es que nos toca, porque la mayoría de paramilitares fueron muchachos que ‘Pipa’, ‘Rafa’ y otros jefes reclutaron aquí mismo”, concluye el transportador.
